Cuando tenemos niños, el impulso de la mayoría es a cuidarlos de absolutamente todo. Pero, ¿qué tan sano es para el niño la sobreprotección?

Ayudar a los niños en todo y no dejar que hagan algunas cosas solos puede ser perjudicial para ellos a largo plazo, explica Carolina Pérez Stephens, educadora de Párvulos de la U. Católica y máster en Educación de la Universidad de Harvard, en la revista Sonríe Mamá & Familia.

La razón, de acuerdo a la experta, es que el niño comenzará a pensar que no necesita esforzarse para conseguir algo, ya que siempre habrá otro que lo hará por él.

“Si un niño es tímido, lo más probable es que los papás se adelanten y hagan todo por su hijo. Si el pequeño necesita averiguar algo, como es tímido, la mamá irá a preguntar; si por otro lado a la niñita le da vergüenza pedir disculpas, será el papá quien lo haga por ella. Esta conducta simplemente está grabando en el cerebro de los niños la siguiente frase: ‘Para qué me esfuerzo si siempre habrá alguien que lo haga por mí"”, indica.

Al respecto, añade que “en vez de ayudar a nuestros hijos, sólo estamos entregándole a la sociedad un joven que querrá todo en bandeja, que no sabrá el valor del esfuerzo y que no conocerá lo que es vencer los miedos, superarse y salir adelante”.

En ese sentido, pone un ejemplo que se da bastante en la actualidad: “¿Cómo se explican ustedes que jóvenes de 18 años vayan acompañados a las universidades y que sean sus padres los que averigüen sobre las carreras y hagan preguntas a los monitores? Eso no tiene mucho sentido”.

“¿Qué es lo esperable y positivo? Que nuestros hijos vayan solos, tomen la micro, averigüen y pregunten. ¡A los 18 años ya se es grande!”, recalca.

Para evitar esto, lo más recomendable, expresa la especialista, es darles poco a poco las herramientas para que empiecen a hacer las cosas solos.

“Obviamente que en un principio los niños no son autovalentes, pero poco a poco hay que ir entregándoles las herramientas para que ellos practiquen nuevas habilidades, especialmente en lo social”, relata.

Asimismo, añade que “Si quieren tomar un helado van a tener que ir solos, averiguar y contarme. Yo les daré el dinero y ellos irán solos a comprarlo. ¿Y si no quieren hacerlo? Bueno, se quedarán sin tomar helado”.

Y concluye que “los niños tienen que sentir que se esfuerzan, tienen que sentir esas mariposas en la guata cuando hacen algo nuevo. Porque la recompensa no es tan sólo el helado, sino que sentir que ‘yo puedo"”.