El “milagro” del relicario de San Genaro en Nápoles, Italia, ocurre usualmente tres veces al año, para importantes fechas religiosas. La supuesta sangre del santo, que se acumula en estado sólido, se transforma en líquida cuando un sacerdote sacude la pieza ante los fieles.

Esta tradición se efectúa el sábado previo al primer domingo de mayo; el 19 de septiembre para su fiesta patronal y aniversario de su muerte; y el 16 de diciembre, cuando el santo habría salvado a Nápoles de una erupción del Vesubio.

Por lo tanto, el pasado miércoles el cardenal Crescenzio Sepe sacudió el relicario en la liturgia en la mañana… y no pasó nada. Lo intentaron de nuevo a las 19:40 horas y tampoco resultó.

El “milagro fallido” ha causado pánico en Nápoles, donde se teme que este hecho sea un presagio de que viene una tragedia. “Nos faltaba sólo que fallara San Genaro”, expresaron los ciudadanos en el diario italiano Il Mattino, según recoge el periódico español ABC.

Y es que este fallo coincide con una vez anterior en que no se licuó la sangre: el 16 de diciembre de 1835, que fue un año bisiesto (igual que 2020)

En ese entonces, se creyó que esto podía significar un mal augurio, y en 1836 llegó una epidemia de cólera que causó más de 5 mil muertos ese año, y 13 mil al siguiente.

Quizás muchos no creen en estas coincidencias, pero hay bastantes personas que sí tienen fe en el acontecimiento, explica a Il Mattino, según cita ABC, el antropólogo y divulgador científico napolitano Marino Niola.

“San Genaro, el Maradona de los santos ha fallado un penalti (…) Sé perfectamente que puede aparecer difícil, a los observadores externos, comprender una devoción tan incondicionada: aquí (el milagro de San Genaro) se trata de un símbolo, de un punto de referencia, de un puerto seguro para cada habitante de la ciudad“, sostiene. A eso se debe que haya preocupación por el milagro fallido.

San Genaro nació en Nápoles en el siglo III y murió el 19 de septiembre de 305, tras ser decapitado por orden del emperador Diocleciano. La fecha de su fallecimiento coincide con la licuación de la presunta sangre.

No se ha comprobado científicamente que el relicario en realidad contenga la sangre del santo.