Al igual que la mayoría de nosotros, el neurocirujano Hernán Estrada Londoño no había conocido la dura experiencia de estar internado en una UCI. Aún siendo médico, pudo percatarse de lo duro de la experiencia y de cómo sus colegas muchas veces ignoran los sentimientos de los pacientes. "Falta mucho para humanizar las UCI. Hay que empezar por humanizar los médicos", consignó en un mensaje que entregó a sus amigos antes de morir.

Hernán Darío Estrada Londoño fue un médico neurocirujano colombiano que, hasta fines de 2022, era conocido por entregarse de lleno a sus pacientes.

“Cuando lo llamaban para que diera una mano, estaba ocupado dando las dos. Por enfermedad, tuvo que cerrar su sancta sanctorum: su consultorio. Fue como notificarle al colibrí que su vuelo entre las flores queda suspendido”, escribió sentidamente el escritor y periodista, Óscar Domínguez Giraldo.

No era el único que pensaba así del doctor Estrada. El mismo Domínguez relata como sus propios colegas y pacientes no escatimaban en reconocerlo.

“Perdimos a uno de los mejores médicos humanitarios, un verdadero apóstol de la medicina”, aseguran. “No sólo fue una mente brillante: ante todo fue un gran ser humano, siempre solidario”, comenta otro. “Sin advertirlo, con su ética anticipó el cielo de sus pacientes … y su propio cielo”, esbozan también.

El doctor Álvaro Roldán, quien además fue su compañero de estudios, afirmó que Estrada era una “persona franca, noble, crítica y muy sensible. De mente brillante y cálida; que se entregó tanto a los demás que no tuvo tiempo para él”.

Por desgracia, la vida no le correspondió en salud lo que él prodigó a quienes cuidaba. Luego de un diagnóstico de cáncer de colon, inició su propio vía crucis tras pasar mucho tiempo internado en una Unidad de Cuidado Intensivo (UCI).

Allí comprobó en carne propia lo que describió como la “deshumanización” de la UCI en un mensaje compartido a algunos de sus amigos, con una fuerte crítica a la actitud indolente del propio gremio médico.

Finalmente, el doctor Estrada falleció el martes 15 de noviembre de 2022, dejando un legado difícil de olvidar para quienes lo conocieron. “Feliz eternidad, doctor Hernán. No lloramos su muerte, celebramos su vida. Y como dicen los quechuas, hasta que la vida nos vuelva a encontrar”, sentenció Domínguez.

A continuación reproducimos su mensaje, el cual desde entonces se ha viralizado progresivamente, sobre todo en círculos de funcionarios de la salud que recogen su llamado.

“Soy otro después de estar 4 veces en la UCI”

Los resultados médicos no compensan el daño irreparable en la esfera psicológica. Ya no soy Hernán Darío Estrada: soy lo que queda de él.

Como dice el doctor Vélez, no hay día, no hay noche. No hay horario. No hay quien escuche el gemido. El amigo y colega es un extraño. No se le ve la cara. No hay una mano en el hombro que te diga como te sientes.

Tampoco el estetoscopio en el pecho que te haga sentir protegido. ¡No sabes lo que es un baño a las 5 am tiritando de frío! Pregunté: ¿porque no me cambiaban de posición cada dos horas?, y oí las burlas.

Es un lugar hostil. Con ruidos por alarmas de aparatos y conversaciones y risas inadecuadas.

Los pacientes tenemos angustia, ansiedad, insomnio, miedo y temor a la muerte.

Fácilmente nos rotulan de psicóticos.

Rescato a los ángeles: las enfermeras (la gran mayoría). Son médicas (explican el por qué), familia, confidentes y amigas. Lloran con uno.

Difícilmente se sientan, mientras los Dioses del Olimpo no se mueven de su trono ni dejan su juguete, el computador.

Falta mucho para humanizar las UCI. Hay que empezar por humanizar los médicos (los hay muy humanos).

Los pacientes en la UCI nos convertimos en objeto de estudio médico pero se olvidan de las necesidades emocionales.

Doctor Hernán Darío Estrada Londoño