El anuncio de que el nuevo puente ferroviario del Biobío podría llevar el nombre de Sebastián Piñera no contribuye a la unidad nacional.

Por María José Benavente Bargetto
Administradora Pública, Magíster en Política y Gobierno de la Universidad de Concepción

Chile atraviesa un período de alta polarización política y social, y una decisión como esta solo refuerza las divisiones en lugar de fomentar el consenso. Si bien Piñera tuvo logros democráticos reconocidos incluso por figuras de oposición, como la expresidenta Michelle Bachelet y el actual presidente Gabriel Boric, su legado es contradictorio y, en muchos aspectos, problemático.

Es innegable que algunas de sus políticas, como la extensión del postnatal y la aprobación del matrimonio igualitario, generaron respaldo en sectores de centro y progresistas.

Su rechazo a la dictadura permitió a la derecha encontrar espacios electorales más amplios. Sin embargo, su liderazgo quedó fuertemente cuestionado por su respuesta al estallido social de 2019, el episodio más controversial tras el retorno a la democracia en Chile. Sebastián Piñera no solo minimizó las demandas ciudadanas, sino que se fotografió en la llamada “Plaza Dignidad” en un acto que muchos interpretaron como una burla al pueblo. Además, persistió en una narrativa populista al sugerir que el estallido fue un intento de golpe de Estado, una postura que alimentó aún más la fractura social.

Puente Ferroviario con el nombre de Sebastián Piñera

El Gobierno Regional del Biobío, al insistir en este reconocimiento, actúa de manera irresponsable al promover una decisión que inevitablemente generará controversia y rechazo en una parte importante de la ciudadanía. La democracia requiere gestos de unidad, no de provocación. Más grave aún es que, en lugar de abrir el proceso a la participación ciudadana, la autoridad regional, Sergio Giacaman, ha maniobrado para evitar que la comunidad opine sobre el nombre de una obra pública tan esperada.

A pesar de que existen mecanismos de participación en la política regional, Giacaman ha preferido llevar la discusión al Consejo Regional, donde sabe que tiene los votos asegurados, lo que deja poco espacio para la interpretación: teme que la ciudadanía se exprese y haga suyo este puente.

Una decisión imprudente

Someter esta decisión a participación ciudadana representaría un riesgo para la forzada santificación que se está intentando construir en torno a Sebastián Piñera.

El caso Hermosilla, también conocido como caso Audios, expuso cómo la familia Piñera Morel fue protegida de investigaciones judiciales gracias a la intervención del exfiscal Manuel Guerra en una de las aristas del caso Dominga.

La acumulación de riqueza de Sebastián Piñera tras sus dos mandatos presidenciales plantea serios cuestionamientos sobre conflictos de interés, lo que refuerza la idea de que no es un personaje meritorio de homenajes.

Nombrar un puente en su honor no solo es una decisión imprudente, sino que perpetúa la percepción de que en Chile los sectores de poder pueden imponer su visión sin considerar el sentir ciudadano. En tiempos de crisis democrática y desconfianza institucional, las autoridades tienen la responsabilidad de actuar con altura de miras. Optar por un nombre que no divida y que represente un consenso amplio sería un mejor camino para fortalecer la convivencia democrática.

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