Nuestra preocupación no puede ser solo recuperar el brillo perdido de los liceos emblemáticos, los esfuerzos deben dirigirse hacia el fortalecimiento integral de todos los entornos educativos públicos.

Por Paulina Contreras Leiva
Psicóloga, investigadora y académica del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile

En estos días hemos observado una carrera desatada por hacer exégesis de los resultados de la PAES de los liceos emblemáticos. Opinantes de todo tipo buscan que prevalezcan sus interpretaciones, en ocasiones tan aventuradas como que los resultados de la PAES significan que “la educación pública se cae a pedazos”.

Estas interpretaciones son erróneas e injustas, pues desconocen el trabajo, preparación y esfuerzo de miles de estudiantes, solo porque no han ido a alguno del puñado de liceos de renombre de la capital. Como si cualquier cosa que no provenga del “faro de la nación” estuviera condenada a la oscuridad.

La educación pública enfrenta desafíos, no está en proceso de “desmoronamiento”

La realidad, sin embargo, es distinta. He tenido la fortuna de formar varias generaciones de estudiantes en una carrera selectiva de la Universidad de Chile y he visto cómo los estudiantes han ido cambiando. Hace 20 años, muchos provenían de colegios privados carísimos, de barrios ignotos de la cota mil. Junto a ellos, un puñado de estudiantes del Instituto Nacional y de particulares subvencionados, de familias sin (tanto) dinero.

Hoy, en cambio, el panorama ha cambiado. Me encuentro con más egresados de escuelas y liceos públicos, desconocidos, de fuera de Santiago, técnico profesionales, algo impensable hace dos décadas. Estudiantes a los que nadie les prometió un lugar en el Olimpo, sin embargo, encontraron la motivación para desarrollar sus capacidades al más alto nivel.

Esto permite tener un aula más enriquecedora, pues cuenta con experiencias de vidas diversas, donde el ingreso a la universidad no era, para todos, un destino inevitable. Estrellas que estaban desperdigadas en el firmamento. Una buena noticia que muestra la necesidad de seguir avanzando en el desarrollo de entornos educativos públicos que sostengan trayectorias educativas meritorias, sin caer en la tentación de restringir dicha experiencia a un puñado de establecimientos altamente selectivos, como era hace algunos años.

Entonces, ¿tiene el Instituto Nacional y otros emblemáticos un problema? Sí, qué duda cabe, uno complejo que múltiples alcaldes y directores de izquierda y derecha no han podido solucionar.

¿Es eso señal de desmoronamiento de la educación pública? Definitivamente no, sigue proporcionándole a los alumnos más brillantes y esforzados la oportunidad de un futuro profesional.

¿Podemos darnos entonces por satisfechos? Tampoco, aún hay mucho camino por recorrer en educación pública, no solo en el acceso a la educación superior, sino, sobre todo, en brindar a la ciudadanía una educación que le permita participar de nuestra sociedad a conciencia y con capacidad crítica, defender sus derechos y soñar con mejoras para las generaciones que vienen.

Nuestra preocupación no puede ser solo recuperar el brillo perdido de los liceos emblemáticos, los esfuerzos deben dirigirse hacia el fortalecimiento integral de todos los entornos educativos públicos. Lo que implica políticas que garanticen recursos, apoyo pedagógico y una educación de calidad para cada estudiante, sin importar dónde viva o estudie. Así, no solo aseguraremos el acceso a la educación superior, sino que también fomentaremos una ciudadanía crítica y comprometida, capaz de construir un futuro más justo y equitativo.

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