Muchas veces la violencia no es claramente visible. Ya en 2017, UNICEF nos entregó algunas luces cuando reveló en su estudio sobre polivictimización que un 39% de las niñas y niños declaró haber sufrido un ataque físico y que un 28% se sintió mal por el insulto de una persona adulta. Cifras que no deberían pasar desapercibidas y que, probablemente hoy, son mucho más altas tras la pandemia.

A lo anterior, se suma un dato recientemente publicado que indica que una de cada cuatro personas en Chile sufrió abuso sexual durante su niñez (CUIDA, 2022).

Parece irreal pensar que un porcentaje tan alto de niñas, niños y adolescentes sufre violencia física, emocional y/o sexual es incomprensible, sin embargo, es una realidad.

Es por eso que desde hace más de 10 años en Colunga acompañamos iniciativas como “Hora segura” de Todo Mejora, “Convive en red TP” de Volando en V o el “Programa de apoyo al bienestar emocional del estudiante” de Cenfa para proteger a la niñez y adolescencia contra toda forma de violencia, y actualmente seguimos buscando nuevas organizaciones a través del Fondo Transforma Colunga Huneeus para que se sumen a desafío, porque terminar con la violencia lejos de ser un deber moral, es un derecho fundamental.

La violencia nos duele y las falsas creencias en torno a ella nos frenan. Debemos romper con las barreras del silencio, el desconocimiento y el estigma. Porque la violencia, se puede prevenir y también reparar, así que debemos actuar en ambos frentes.

Sabemos que el camino no es sencillo, con toda seguridad está lleno de baches, pero tenemos la convicción de que la voluntad política visible en la reciente cuenta pública, la conciencia del mundo privado y el trabajo de que se puede realizar de la mano con las organizaciones de la sociedad civil son la clave para lograrlo. Ya es hora de que en conjunto dejemos en evidencia que el abuso también lo viven las niñas, niños y adolescentes en Chile.

Rafael Moyano, director Sistema Transforma, Fundación Colunga.

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