La siguiente es una crónica relatada por Humberto Zumarán Araya, hombre de radio desde su juventud, llegó a ser director en Chile de la agencia France-Presse (AFP) durante la dictadura militar, teniendo hasta ahora el honor de ser el único jefe de prensa no francés en el exterior de esta cadena de noticias.

“Pancho” era un gigantesco lobo marino que diariamente emergía de las profundidades del mar Pacifico, en el legendario Puerto de Iquique, (norte chileno), para realizar un singular y curioso “trabajo” junto a su amigo, un modesto fotógrafo que había llegado al lugar.

En todo caso, allí, entre ambos, surgió una curiosa relación, que, al final, pareció un mágico cuento que alimentó la ilimitada imaginación infantil. Fue una conmovedora historia humana, poca conocida en Chile.

“El simpático” mamífero, ya fallecido, dos metros y medio, durante un buen tiempo se hizo muy conocido y querido por los niños, pescadores y turistas que habitualmente merodeaban los requeridos costeros, cerca del histórico lugar donde se hundió el buque chileno “Esmeralda”, en medio de la Guerra del Pacifico en 1879.

Allí, el lobo marino de esta historia, hizo una curiosa amistad con el fotógrafo Juan Wilson, un hombre que llegó al lugar desde los áridos caminos polvorientos del desierto de Atacama, en busca de trabajo para sobrevivir en medio de su pobreza de hombre solo y caminante sin rumbo.

Pancho, envuelto en su natural y brillante traje café plomizo, diariamente emergía de las tibias aguas marinas, puntualmente, a las 10 de la mañana, como marcado por un imaginario reloj de mar y arena. Era preciso en su ingreso a “su trabajo”.

Así, el lobo marino, iniciaba su singular labor con el fotógrafo que Polaroid en ristre, tomaba las diversas imágenes a los curiosos que merodeaban el singular lugar, saturado de pequeño negocios especializados en ricas comidas marinas.

Más que una foto de la vida misma, era un mágico cuento protagonizado por el tierno animal y un simple hombre que solamente “se ganaba la vida” tomando fotografías en “sociedad” con Pancho.

Pero, ¿cómo surgió esta incondicional relación ente el hombre y el animal marino, que en muchas ocasiones son violentos.

Juan Wilson, le contó la increíble historia al periodista de la Agencia France Presse (AFP), autor de esta increíble nota, que buscaba en su misión periodística en el norte de Chile una peligrosa sonda de titanio caída accidentalmente de un satélite ruso. Era una noticia internacional…

“Esta amistad, relató Wilson al periodista, se inició con cariño y mucha comprensión, para animar a “Pancho” y además para que entendiera, agregó, que yo deseaba solamente ser su amigo”.

El hombre, contó además que para trabajar la insólita amistad con el lobo marino, tocaba suavemente y con mucho cariño parte de la piel de éste, al tiempo que le obsequiaba algunos pescados como “premio” tras capturar algunas fotos, que vendía a bajo precio a los turistas.

“Quizás era la falta de cariño que teníamos los dos –hombre y animalito- o la soledad la que nos unía”, relató emocionado el fotógrafo. Juan agregó que el cariño de Pancho era muy noble, muy de verdad. “Más noble, más humilde que el cariño de algunos seres humanos”, argumentó con sentimiento…

Lobo marino en Iquique
Municipalidad de Iquique

Wilson dijo también que estos animales “temen, pero no atacan a la gente… lo único que hacen es protegerse con el hocico”. Y, agregó: “el ser humano, en cambio, se asusta porque es un animal grande y de movimientos torpes, pero se debe saber que él no tiene intenciones de atacar, de ser violento, menos con los niños” aseguró.

El fotógrafo reconoció, eso sí, que “Pancho” era “un poquito celoso”, cuando las porciones de pescados eran distribuidas a otros lobatos marinos más jóvenes que se acercaban a él en busca de comida en la misma rada del puerto. “Pancho era cosa seria, en estos casos”, dijo Juan.

El hombre recordó que un día entregó alimento a otros lobos del lugar y “Pancho” se enojó con él y no volvió al lugar donde se tomaban las fotos durante seis días.

“Después el lobo marino inició lentamente el acercamiento, enseguida la reconciliación y vino la amistad de siempre”, contó emocionado el fotógrafo.

Y agregó: “así tenía que ser, porque su alejamiento me ponía muy triste y sentía que me faltaba un poco de amistad y alegría que pancho me entregaba todos los días aislamiento”.

Finalmente, Juan contó que mientras existió esta hermosa amistad, siempre en cada Navidad, cada fin de año, “Pancho” recibía un apetitoso y contundente regalo.

Eran, varios kilos del mejor pescado del puerto de Iquique que engullía muy contento el pinnípedo de esta curiosa y hermosa historia, vivida por “Pancho”, el lobo marino, y Juan Wilson, el solitario fotógrafo playero. Ambos fallecidos, ya no están.

O, Quizás, armaron “otra sociedad” en una playa lejana y eterna, donde no existe el factor dinero, ni menos el egoísmo entre los seres humanos…

Humberto Zumarán Araya
Exdirector de Agencia France-Presse en Chile

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