El terremoto de Illapel de 1971 dejó 85 muertos, emergencia que derivó en el apoyo de la Unión Soviética al gobierno de la Unidad Popular liderado por Allende.

La potencia donó a Chile un conjunto de edificios modulares de rápido ensamble para atender la emergencia y a los 284.00 damnificados dejados por el sismo, según consignó LUN.

Este conjunto habitacional de seis pisos, ubicado en calle Curicó de Santiago Centro, y que brindó de un hogar a quienes habían perdidos sus casas, hoy inquieta por sus particulares balcones, ya que los del primer piso se encuentran a solo 70 centímetros del suelo.

Julio Nazar, arquitecto y urbanista de la UC, sostuvo que cuando llegaron desde Rusia, “venían seriados y modulados desde afuera, no traían versión de primer y segundo piso, sino que era una versión única de módulo”.

La administradora del edificio, Natalia Pastén, indicó que “son 10 los departamentos que dan directo a la calle Curicó y están prácticamente sobre la vereda”.

“Los ventanales de todos esos balcones tienen rejas y candados. Están sucios, porque no tienen eso”, detalló.

Asimismo, Margarita Cerón, propietaria de uno de esos departamentos, señaló las complicaciones que conlleva, ya que son una eventual entrada de asaltantes y hasta “hemos encontrado a personas durmiendo en el balcón durante la noche y los tenemos que echar”.

Acomplejados por los balcones han surgido distintas alternativas, desde cerrarlos hasta convertirlos en jardín. Sin embargo, cualquier decisión tiene que ser respaldada de forma unánime al tratarse de la fachada del edificio.

Para eso se debe hacer una asamblea extraordinaria para someterlo a votación, pero la mayoría de quienes viven ahí son arrendatarios y los propietarios no llegan a estas instancias.

El arquitecto explicó que lo central en los años 70 era dar solución rápida y probar los formatos modulares, que podían entregar solución habitacional eficaz en una ciudad empobrecida, que hoy complica por los índices de delincuencia.