El chileno Smiljan Radic, quien fue recientemente reconocido internacionalmente con el premio en memoria de Arnold W. Brunner por su “contribución significativa a la arquitectura como forma de arte”, es el arquitecto que estuvo detrás del diseño del Teatro Regional del Bío Bío.

En conversación con La Segunda, el profesional respondió directamente a las críticas que ha recibido la estética de esta edificación, la que es su obra más conocida dentro del país.

Durante la entrevista, expresó que le interesa “hacer cosas que tengan una presencia pero no invadan. Creo que lo mejor es hacer el menor daño posible”.

A partir de esto, se le preguntó por las críticas recibidas por el Teatro Regional del Bío Bío, cuyos detractores le calificarían como un “mamotreto” y acusarían que “interrumpe el paisaje”.

Radic respondió que “no he visto las críticas, pero sé de qué se tratan”, para luego explicar la idea detrás de su diseño.

“Te diría, como primera cosa, que el edificio está en medio de la nada, un espacio público abandonado y es un borde de río que tiene muchos kilómetros y que se ha tratado de recuperar hace tiempo sin buenos resultados”, explicó, defendiendo que “la escala del edificio tiene que ver con el río y con una ciudad futura”.

“Yo pienso que este edificio se va a incorporar totalmente a la ciudad en 30 años más”, sostuvo.

Consultado nuevamente por la expresión “mamotreto”, respondió más directamente asegurando que “creo que es un edificio súper parco, que no es fácil para un público que no sabe de arquitectura”.

“Es un edificio que no tiene ventanas, pero no es un bunker, porque es leve. Es una especie de circo raro”.

Yendo más allá, explicó a nivel personal que “en realidad no me dedico a hacer cosas bonitas, no es mi objetivo. Yo realmente trato de hacer las cosas lo mejor posible, dedicarles mucho tiempo y concentrarme en cada proyecto. Siempre se habla de la creatividad como si fuera algo que cae del cielo. Y no. Es pega, pega y pega”.

Además, consultado sobre su opinión respecto de la arquitectura chilena, fue tajante en responder que “no sé si existe. No hay una tradición que se continúe, que pase de maestros a discípulos ni tampoco hay crítica especializada”.

Opinó que, pese a que hay buenos arquitectos, son “figuras aisladas” y que la arquitectura en Chile está “un poco estancada, aburrida, autocomplaciente. Hay pocas obras que sean complejas intelectualmente o que tengan grados de atrevimiento”.