En medio de impresionantes bloques de concreto, cientos de socorristas buscaban sin descanso la noche del martes sobrevivientes entre los escombros del puente que colapsó horas antes en Génova.

“No dejaremos de buscar personas hasta que estemos seguros de que nadie se encuentre bajo los escombros”, aseguró el jefe de los bomberos, Bruno Frattasi.

El ministro del Interior, Matteo Salvini indicó que al menos treinta personas murieron en el derrumbe del puente de la autopista y que hay muchos heridos graves.

Pero nadie se atreve a avanzar un balance definitivo de las víctimas del derrumbe del puente Morandi, que muchos genoveses han cruzado durante toda su vida y que conocen por sus diferentes problemas y sus costosas y polémicas obras de mantenimiento.

“No se pierde la esperanza, hemos sacado ya a docenas de personas que estaban bajo los pedazos de concreto, trabajaremos hasta que la última víctima sea rescatada”
, confiesa a la AFP Emanuele Giffi, encargada de coordinar a los 300 bomberos que trabajan en tres áreas.

“Todas las víctimas estaban cruzando el puente”, cuenta al especificar que cayeron al vacío de unos 45 metros de altura.

Algunos de los supervivientes presentan fuertes traumas y son evacuados en camillas anaranjadas por los helicópteros, una visión que aparece casi como un milagro.

Toda la zona está completamente acordonada por la policía, que solo deja entrar a los servicios de emergencia e impide la llegada de curiosos e inclusive de periodistas.

No muy lejos, cientos de curiosos se subieron a la terraza de un centro comercial para seguir las operaciones y el ballet de helicópteros.

“No dormiremos”
, confesó un portavoz de la protección civil, que seguirá excavando toda la noche sin descanso.

“Vivo allá, el puente lo veo todos los días y caminaba por debajo de él todos los días a pie”, contó Ibou Touré, un senegalés de 23 años.

“Nunca me sentía seguro, escuchábamos ruidos todo el tiempo, sobre todo cuando los camiones pasaban”, confiesa como si se hubiera salvado por milagro.

Agence France-Presse
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Una tragedia anunciada

“Me enteré de que había colapsado mientras caminaba de mi casa al trabajo, y la verdad es que no me sorprendió”, agrega.

Para muchos ha sido una tragedia anunciada porque el puente presentaba grietas e inclusive se había propuesto su demolición.

En la zona delimitada a los socorristas, casi todos expertos en temblores, los perros siguen rastros, buscan cuerpos en medio de chatarras y bloques de cemento.

Las familias de las víctimas reciben asistencia psicológica. No muy lejos, un grupo de cerca quince personas observa el vacío dejado por el puente, las mujeres lloran.

Después de las fuertes lluvias de la mañana, volvió el buen tiempo, lo que facilita la labor.

Un olor de alcantarillado, de tubería rota invade la zona.

Patrick Villardry, un bombero francés, que viajó desde la cercana Niza, especializado en la búsqueda de víctimas entre los escombros, espera su turno con un colega y sus dos perros: Arco y Misiles.

Los dos ya habían ayudado tras el terremoto de L’Aquila en 2009 en el centro de Italia.

“Por ahora tenemos que esperar, hay mucha confusión”, dice.

Sus perros están listos para remplazar a los italianos cuando llegue el momento.