Quiso estar en la papeleta de la elección presidencial pasada, pero no le resultó. Lo reconoce. Algo en su campaña le falló. No alcanzó a reunir las firmas necesarias para presentarse como candidato independiente. No logró tener un programa de gobierno concreto. Todavía se cuestiona si la gente realmente creyó en su candidatura, o si pensaron que se trató de una broma más en su vida. Aunque Nicolás Larraín sí tiene algo claro: Él nunca quiso ser presidente. Su único objetivo era aparecer en el voto. “En ese momento dije: ‘si llego a la papeleta, les voy a hinchar las bolas"”, recuerda.

En conversación con BioBioChile, el exconductor del emblemático programa de sátira política Caiga Quien Caiga comenta las extrañas circunstancias que lo llevaron a pensar que podía encabezar La Moneda y dirigir al país durante cuatro años.

Fue en diciembre de 2016 que lanzó su campaña a través de su programa de radio. Cuenta que estaba al aire cuando decidió que podía competir, luego de realizar una encuesta en Twitter en la que él obtuvo el 50% de los votos, seguido de Piñera y Guillier con un 25% cada uno. Habían votado sólo 600 personas, pero para Larraín fue suficiente. “Dije: ‘yo puedo llegar a la papeleta"”, asegura.

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A minutos de show en Concepción con mi tenida @nhonkys

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La carrera política: “Estuve loco”

En televisión y en radio, Larraín había entrevistado en varias oportunidades a Marco Enríquez-Ominami. A pesar de no estar de acuerdo con sus planteamientos -dice ser un hombre que viene del mundo de la derecha-, se enamoró de su oratoria, de su forma de intentar convencer. “En una parte de mi cerebro, con mi ego, empiezo a pillar una fisura, un problema que tienen los políticos (…) una fisura que consiste en que a la gente que está en política les lavan la cabeza diciéndoles que lo más importante es el poder”, afirma.

En esos momentos notó que con sus habilidades comunicacionales podría ser un aporte. “Mira la huevada. Creí que podría ayudar a que el candidato diga la verdad, a que sea más transparente, a que se desapegue del poder (…) Ahí yo pienso: ‘yo podría ser presidente’. Jamás me atreví a decirlo”.

Ya con el convencimiento de ser candidato, y con la innovación como su bandera de lucha, se sumó otro importante hecho: las encuestas. Las figuras políticas más prometedoras de los partidos tenían poca aprobación. El problema era que debía juntar cerca de 20 mil firmas, que nunca logró reunir. “Juré de guata que podía conseguirlas”, rememora.

Lo llamaron del movimiento Todos para apoyar su precandidatura. Todo el tiempo creyó que podía lograrlo. “Era inocencia tremenda, porque no conseguimos las firmas. Llegamos a 8 mil, 9 mil firmas, porque hay que tener mucha plata, acarrear buses, pagarle a los notarios para que estén ahí sentados sábado y domingo. Y todo eso era una barrera de ingresos tremenda para un hueón que creía que a través de las redes sociales iba a poder”, dice.

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Chiloe

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Según su análisis, no logró mover a la masa porque nadie sabía con certeza si se trataba de una candidatura real. “Todos me decían: ‘¿esta hueá es chiste o no?"”, comenta. Pero para Nicolás era serio. Probablemente su desafío más serio en sus 53 años de vida. “Aprendí mucho, lo pasé bien, estudié de todo”.

Su campaña duró poco más de siete meses. En junio de 2017 la bajó por el exiguo apoyo de la ciudadanía. Viendo la situación desde lejos, ahora opina que estuvo “loco por siete meses”.

Eso sí, se salvó, pues asegura que con un gobierno suyo “habría quedado la cagada”. No se refiere a economía ni a medidas sociales. Habla de que él no podría guardarse nada, no podría mentir ni omitir situaciones a la ciudadanía. Ejemplifica con el actual gobierno de Sebastián Piñera, asegurando que habría contado la verdad sobre el cambio de gabinete tras los dichos del ministro de Educación, Gerardo Varela, sugiriendo hacer un bingo a quienes buscan mejorar las escuelas. “Nos hubiéramos reído”, sentencia.

¿Y Caiga Quien Caiga?: la gran acusación

Sin duda, la fugaz carrera política de Nicolás Larraín no habría sido posible sin su paso por el emblemático programa Caiga Quien Caiga. El espacio televisivo lo ayudó a acercarse al ambiente, aunque desde un punto de vista más satírico. Presentó notas que se burlaban de los políticos entre 2002 y 2011… y casi se convierte en uno de ellos.

La producción, que era emitida en Mega, terminó tras obtener malos resultados durante los últimos capítulos. Aún así, Larraín lo recuerda con cariño. Y con ese mismo afecto vio cómo regresó el programa, en 2017, a través de las pantallas de Chilevisión y las redes sociales de Wom. Aunque esta vez conducido por el periodista Sebastián Eyzaguirre.

Los roces con este comunicador eran evidentes. Más aún con las polémicas declaraciones que ha emitido Eyzaguirre en los medios. En noviembre pasado, y tal como recoge Publimetro ‘Cuchillo’ reconocía que Caiga Quien Caiga era un programa machista, algo que en tiempos en que el feminismo ha tomado fuerza, causa gran controversia social.

Larraín, durante la conversación, dejó en claro que no respalda los dichos de su excompañero de trabajo.

¿Cree que el formato sigue siendo viable? Pregunto porque han reconocido que el programa es machista…

– El machismo o no machismo no es una cosa que lo deja afuera. Lo que lo deja afuera es que hay que competir con las redes sociales (…) hay que estar demasiado genial, divertido, para que una semana tú quieras ver lo que vamos a decir. Y sobre eso hay que trabajar (…) Competir con los memes es el mayor problema. No es que sea misógino ni machista.

¿Y no reconoce un problema de machismo cuando, por ejemplo, Eyzaguirre dice que Galadriel Caldirola “está para matarla”?

– No. No infles una estupidez. Es una estupidez lo que dijo Sebastián (…) Tiró un chiste.

¿Es un chiste?

– Malísimo. Errado. Pero ustedes lo inflan. Está mal y listo. No se habla más de eso.

Entonces, ¿cree que es algo que hay que erradicar?

– Totalmente de acuerdo. El Cuchillo fue siempre un descriteriado y por eso iba en notas, editado. En vivo pasó eso (…) Pero esto no da para tanto, para esa hueá mediática. Inflamos cualquier hueá.