A principios de esta semana, una tormenta solar fue percibida en el campo magnético del planeta Tierra. Este fenómeno es bastante común y se produce por liberaciones de energías desde la superficie del Sol. A pesar de que los "vientos solares" pueden llegar a producir fallas eléctricas, no está totalmente comprobado cómo estas explosiones afectan a la salud de las personas.

El pasado 14 y 15 de marzo, la Tierra recibió las repercusiones de una tormenta solar nivel 2 o G2, las que se califican como moderadas y no representan un peligro para los humanos, pero sí capaces de alterar el funcionamiento de ciertos aparatos electrónicos.

Nuestro planeta constantemente absorbe este tipo de fenómenos, sin embargo, aún no está totalmente comprobado cómo afectan nuestro organismo a corto o mediano plazo.

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¿Qué es una tormenta solar?

Las tormentas solares son explosiones de plasma que viajan por el espacio a velocidades extremadamente rápidas (entre 300 y 1.000 kilómetros por segundo), provocadas por la intensa actividad magnética del Sol.

La atmósfera solar está compuesta de gases ionizados por las altas temperaturas, lo que los convierte en conductores de corrientes eléctricas. Por lo anterior, es normal que en la superficie del Sol se produzcan erupciones de energía electromagnética, sin embargo, a veces estas descargas son de tal magnitud, que sus ondas pueden ser percibidas en nuestro planeta.

Un ejemplo son las auroras boreales o australes, provocadas por tormentas solares que chocan contra la magnetósfera de la Tierra, un campo magnético que nos rodea, generado por el núcleo del planeta.

El efecto visual de las auroras -boreales o australes- se produce por la acumulación de energía en nuestro campo “protector”, que va recibiendo parcialmente por las explosiones del Sol. Cuando no puede almacenar más, la energía se libera en forma de radiación electromagnética, lo que genera el hermoso espectáculo en las zonas polares.

Aurora boreal por tormenta solar
Pixabay

¿Cómo afecta una tormenta solar a nuestro planeta?

En condiciones normales, el “viento” expulsado por una tormenta solar choca contra el campo electromagnético terrestre, que desvía la energía hacia los polos. Sin embargo, cuando estas radiaciones son de mayor intensidad, la magnetósfera no es capaz de desviar la radiación y el fenómeno se traslada hacia zonas cercanas a la “línea del Ecuador”.

En el caso de las explosiones provenientes del Sol que llegaron esta semana a nuestro planeta, sus consecuencias se pudieron apreciar desde el Polo Norte hasta Nueva York, en Estados Unidos, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA).

Superficie del Sol
NASA
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Según lo estudiado, las tormentas solares pueden dañar redes eléctricas, interferir en la señal de satélites artificiales o interrumpir comunicaciones radiales. Un caso conocido ocurrió en 1980, cuando una explosión de energía electromagnética del Sol dejó por 9 horas, sin suministro eléctrico, a la ciudad de Québec, en Canadá.

Incluso hace un mes, 40 de los 49 satélites Starlink que la compañía de Elon Musk lanzó en febrero del 2022 al espacio, quedaron destruidos por los efectos de una tormenta solar.

¿Existen consecuencias para nuestra salud?

Juan Valdivia, profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, destaca que “nuestro planeta genera una fuerza que actúa sobre las partículas cargadas que componen el plasma que es expulsado por el Sol, y que evita que caigan a la superficie y nos golpeen deflectándolas (cambian de recorrido)”.

A pesar de que no está totalmente comprobado el efecto de las tormentas solares en la salud del ser humano, existen algunos estudios que probarían que los campos eléctricos y magnéticos que se alteran con las descargas, tienen un impacto en el sistema nervioso central de ciertas personas.

Tormenta Solar
NASA

En 2019, Carolina Zilli, de la Universidad de Harvard, publicó un estudio en la revista Environmental Health, que demuestra que las explosiones solares aumentan el riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares.

La misma conclusión fue publicada en 2014 por el Journal Stroke, según la cual, el riesgo de que una persona sufra un infarto o problema cardiovascular aumenta hasta en un 27% para las personas menores de 65 años, durante una tormenta solar.