Es una de esas pocas obras que se imponen por la fuerza de su ser en escena y que pueden dejar en el espectador el sabor de una experiencia vital (y artística).

Tienen un peso que no se explica por un factor especial (aunque lo tenga), más aún si esta propuesta asume una teatralidad mínima, con los actores casi siempre sentados y un diálogo cotidiano que alude a lo simplemente humano.

Quizás allí esté la respuesta: la opción escénica que caracteriza el trabajo del director Víctor Carrasco (En la soledad de los campos de algodón, de Koltès; Norte y La amante fascista, de Alejandro Moreno) es capaz de extraer la conmoción interna que mueve a los protagonistas.

Dos seres que parecen estar declarando ante un tribunal, cuya elocuencia emana de sus cuerpos más o menos hieráticos e inflexiones que escapan de sus ojos y algunos gestos.

"Los arrepentidos" | Daniel Hanselmann
“Los arrepentidos” | Daniel Hanselmann

La obra del sueco Marcus Lindeen (1980) se basa en la transcripción de una conversación real grabada de dos transexuales que narran las experiencias que han vivido.

Traducido por Constanza Brieba, el texto de esta coproducción Gam-Teatro de la Palabra tiene como protagonistas a Orlando y MikaellOS : el primero ya recuperó su sexo de hombre, mientras que el segundo está a la espera.

Sólo (y más que) conversar

En realidad, la propuesta no plantea que ambos adultos se retracten de la idea y deseo de cambiar de sexo, sino que denuncia que los transexuales no hayan podido lograr el respeto del medio social a su nueva condición.

La ansiada experiencia de ser mujeres no soportó la discriminación ni ser percibidos por el entorno como seres raros a medio camino de todo.

A esto el dramaturgo agrega una mirada que introduce de lleno a la discusión sobre la identidad en su concepto más amplio, entendida como búsqueda de sentido y proceso permanente e inacabado del ser humano.

Ese impulso que estimula la vida y que incluye el derecho y la posibilidad de ir descubriéndose, avanzar en una dirección, cambiar de rumbo e, incluso, arrepentirse.

Aunque la conversación alude a capas poco visibles del ser humano, la obra nunca pierde lo cercano ni lo coloquial –tal vez ahí radica su valor- ya que ambos personajes hablan de sus recuerdos, pensamientos y sueños, y cómo enfrentaron la operación.

"Los arrepentidos" | Daniel Hanselmann
“Los arrepentidos” | Daniel Hanselmann

Son muy distintos entre sí: Orlando (Castro), ahora un gay de maneras finas -vestuario elegante y actitud muy desenvuelta-, mira, conversa y sonríe con ironía.

Mikael, de ademanes más toscos, luce vestimenta masculina común, gafas oscuras que ocultan ojos y mirada, y un cuerpo donde todavía asoman senos abultados.

Con el apoyo de imágenes la obra hace un rápido recorrido por las biografías de cada uno, que aportan ternura y humanizan aún más el diálogo, además de mostrar algo de las épocas que vivieron.

El diseño de Daniel Marabolí, un artista que se destaca por valorar la atmósfera sonora, amplifica la resonancia metafórica de la obra cuando distorsiona en momentos las voces de los protagonistas.

Castro y Pérez se desempeñan en la cuerda de la no actuación formal, un trabajo de notable precisión que llega con tintes performáticos.

Así, el carácter testimonial de esta obra contemporánea se encarna en ellos, permitiendo que una ficción escénica sencilla y trascendente se convierta en una experiencia humana única y sobrecogedora para el espectador.

Centro Cultural Gabriela Mistral (Gam). Alameda 227. Miércoles a domingo, 20.30 horas. Entrada general $ 8.000; estudiantes y tercera edad $ 4.000. Hasta el 8 de julio.