Hay seis candidatos -conocidos- que optan al Premio Nacional de Arte: Ricardo Yrarrázaval (Santiago, 1931), Eduardo Vilches Prieto (Concepción, 1932), Lotty Rosenfeld (Santiago, 1943), Rodolfo Gutiérrez (Santiago, 1944), Juan Dávila (Santiago, 1946) y Ciro Beltrán (Santiago, 1965).

De ellos, varios tienen muchos méritos para ganar el premio. En esta columna sólo voy a escribir sobre los méritos de Eduardo Vilches, sin desmerecer a los demás.

Eduardo Vilches tiene una larga, fecunda, dedicada y profunda labor formando generaciones de artistas, una labor poco valorada -y menos premiada- que ha incidido en grandes artistas chilenos. Casi medio siglo siendo, en buena medida, el “alma” de la Escuela de Arte de la UC es de por sí un gran mérito (además de influir en arquitectos y diseñadores con sus clases de color).

Eduardo Vilches no es prolífico, pero sus obras son precisas, necesarias, un aporte a la visualidad, a la reflexión, a la discusión sobre las disciplinas, la vida, la contingencia. En su producción no hay sobrantes.

Eduardo Vilches es una persona bajo perfil, no cultiva el aura de “artista”, no le gusta aparecer ni en las páginas sociales ni en polémicas. Sin embargo, su consecuencia es a toda prueba: durante la dictadura, sus estudiantes no tuvieron cortapisas ni censuras de ningún tipo. Y sus obras en este sentido son un ejemplo.

Trabajadores del salitre, http://centroderecursos.educarchile.cl
Trabajadores del salitre, http://centroderecursos.educarchile.cl

Menciono dos obras casi completamente desconocidas. En un concurso organizado por la Comisión Chilena de Derechos Humanos en los 80 (¿1987?), Eduardo Vilches presentó una obra que reproducía en fotocopia una conocida imagen de trabajadores del salitre, en positivo y en negativo. Así, arriba había un grupo de trabajadores “blancos” y abajo un grupo de trabajadores “de color”, mostrando que no sólo existe la explotación contra los trabajadores, sino que también hay un abuso racial que favorece a los primeros (esa reflexión fue hecha en esos años, con esa contingencia).

Intervención de Retrato Oficial, EM (c)
Intervención de Retrato Oficial, EM (c)

La segunda obra se encuentra en el Museo de la Memoria. En 1985 se le pidió a una serie de personas que intervinieran el retrato presidencial oficial del General Augusto Pinochet. Eduardo Vilches “simplemente” cubrió toda la fotografía con un velo de tinta negra, tapando al dictador. Así, Pinochet aparentemente desaparacía, aunque quedaba permanentemente en las sombras, porque en determinados ángulos sí, ahí está. Una mirada aguda y certera que, más de 30 años después, está absolutamente vigente.

Detalle, MNBA (c)
Detalle, MNBA (c)

A las anteriores se agregan sus grabados más conocidos, con esas siluetas sin rostro, frías, y esos torsos atravesados.

Eduardo Vilches es de Concepción (es el único candidato que no es originario de Santiago), y en su obra aflora ese espíritu sureño introvertido, de pocas pero precisas palabras. De esas personas cultas (que no necesitan demostrarlo), acogedoras, empáticas que pueden relacionarse con todo tipo de personas. Y esas características están en su obra: puede ser apreciada por distintas personas porque permite muchas lecturas. Y lo hace sin aspavientos, sin llamar la atención y menos a través de provocaciones.

Eduardo Vilches, D21 (c)
Eduardo Vilches, D21 (c)

Eduardo Vilches representa un Chile que posiblemente esté en extinción. Ese que era austero, sin ser pobre. Ese que coleccionaba objetos no por acumular o decorar, sino porque le alimentaba el espíritu, la memoria, le reforzaba su identidad, su vínculo con la tierra, con el territorio.

Creo que el mejor atributo de Eduardo Vilches es su espíritu, el que, en alguna medida, ha logrado expresar a través de sus obras.