Que el rictus duro y rígido del cuerpo sea el acompañante único del dolor en su grado más extremo lo contradice la protagonista de este unipersonal que transita, milímetro a milímetro, por ese territorio, aportando una sorpresiva y atractiva dulzura que permite al espectador presenciar una experiencia escénica extraordinaria.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

Para lograrlo, sólo se necesitaba que confluyeran talentos para que situaciones y percepciones narrativas paradojales pudieran fusionarse en el cuerpo de una intérprete.

En Verdar, la transfiguración de Paulina García galvaniza ese encuentro entre dolor y dulzura. Lo hace a través de una mujer, compositora y directora de orquesta, que, luego de la muerte de su madre, pretende borrarse de la vida en un sacrificio ritual, teatral y musical que la supera.

Según el joven dramaturgo Nicolás Lange (“Caminamos porque amamos algo”, “Esto podría durar y durar y durar y durar y durar”), el título es un término inventado que alude a “confesar una verdad que genera dolor”.

En este sentido, lo concibió para graficar “el profundo amor a algo que se muere” y que sólo es posible “nombrarlo y cantarlo y repetirlo, cancerígenamente, buscando una respuesta que no llegará”.

La ficción, escrita para ser interpretada por Paulina García (Oso de Plata Mejor Actriz LXIII Festival Internacional de Cine de Berlín 2013), exhibida en la II Escena Austral Festival de Teatro y Educación en Frutillar, recoge aspectos de la historia de la artista, del dramaturgo y del lugar del sur de nuestro país donde creció.

Raíces materiales

El formato unipersonal, especialmente en este caso, resulta ser el más acertado, porque acentúa la soledad que propicia un relato que sugiere construir un entorno geográfico para que el material más inasible de la propuesta -reflexiones, sensaciones, miradas y dolores- vuelen con fuerza por un circuito material y para que el cuerpo interpretativo dialogue con los objetos escenográficos que aportan al espectador lecturas y percepciones complementarias.

A su vez, en su proceso de transfiguración, la actriz acentúa o diluye el dolor en la dulzura de la expresión de su rostro, incluso en los peores momentos del recuerdo o del rito, para que lo inevitablemente emotivo tenga como soporte una raíz material y se complete la conversión hacia una experiencia íntima que, paradojalmente, excede lo exclusivo y personal.

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Álvaro Flores

No sólo en esa arista luce Paulina García su notable manejo actoral y emotivo, en las fases de modulación y contención: también su cuerpo dialoga con lo inasible del dolor.

La actriz dota a un relato que viaja entre lo poético e intelectual de carne estremecida, cercana y llena de vida, pero -nueva paradoja- al borde del precipicio.

Además, la evolución de la voz y sus matices, aunque a veces se pierde cuando se hace murmullo, es otro componente esencial para refrendar la opción de sentido y la estructura de la protagonista y la obra.

Sobrevivir, ser otra en lo inevitable, el enfrentamiento entre fuerzas dispares, internas y externas, la posibilidad de recuperarse, mediatizar el dolor a través del arte musical, dejar de lado el ejercicio del poder creativo, aparecen también ante el espectador como derivaciones personales-universales que surgen desde la soledad de un intento suicida.

Nuevos caminos

En cuanto a la dirección, Paula Aros (“Home”, “Granada” y “Nazca”) transita por un camino distinto a los trabajos que han perfilado su punto de vista escénico, aunque grados performáticos y la búsqueda de una cierta convivencia directa con el público están presentes.

Tal vez lo más importante radica en que consigue que los estados emocionales de la protagonista y la dualidad dolor-dulzura se alternen con eficacia y sencillez, lejos de lo esquemático y obvio.

Y que, como directora con trayectoria, Paula Aros entregue una visión madura del trabajo escénico, donde los detalles son fundamentales para dar pleno sentido a una propuesta que alcanza un punto altísimo con las fuentes de agua: una imagen potente, inasible, pero cercana, visual y sonora, que lleva al espectador al principio fundamental en el rito de la vida.

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Nina Dalí

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Dramaturgia: Nicolás Lange
Dirección: Paula Aros Gho
Intérprete: Paulina García

Diseño integral: Gabriela Torrejón
Música y diseño sonoro:
Rodrigo Aros Gho
Asistencia de producción: Francisca Moreno
Producción: Escena Austral
Producción general: Antonia Santa María

Teatro UC. Sala Eugenio Dittborn
Jorge Washington 26, Ñuñoa
Fono +56 2 2354 5093
Miércoles a sábado, 20.00 horas. Entradas: Boletería y https://ticketplus.cl/events/verdar
Hasta 3 junio 2023.