En un colegio religioso del “barrio alto” de Santiago, hay una toma liderada por las estudiantes acusando al profesor de teatro (Marcelo Alonso) por abuso sexual. En ese contexto, desaparece la líder del movimiento, fuertemente rechazado por la administración y un grupo de prepotentes jóvenes.

La comisario Olivia Fernández (Antonia Zegers) y las detectives Carla Farías (María Gracia Omegna) y Elisa Farías (Daniela Vega) serán las encargadas de investigar cuando se crucen la desaparición de la estudiante y la aparición del cuerpo de una joven. Aparecera una marca (tipo tatuaje) en el cuerpo, el uso de los mismos pasamontañas que utilizan en la toma del colegio…

Las detectives conforman un grupo de mujeres que no sólo deberá afrontar una sociedad machista, también deberán enfrentar los poderes que se activan cuando se empieza a alterar el “orden” en los sectores pudientes del país.

En ese contexto, aparece Celeste (Paula Luchsinger), hermana de la desaparecida, una joven con habilidades en computación y un fuerte sentimiento de culpa, al facilitar que su hermana salir de casa la noche que desapareció. Para aumentar sus tensiones, su padre (Daniel Muñoz) es el director académico del colegio.

Celeste empieza a investigar por su cuenta, para lo cual logra la ayuda de una experta en computación y famosa hacker, que usa una máscara (un zorro de 9 colas).

Con una fuerte escena inicial que muestra la violencia de poder, donde el profesor acusado de abuso sexual graba, en un “casting”, un primer plano con el rostro de una estudiante (Mariana Di Girolamo) mientras hace que simule una relación sexual, “La Jauría” se sustenta en un gran elenco , en una tensión permanente y en poner una serie de temas actuales, contingentes.

Las grandes fortalezas de esta primera temporada de “La Jauría”, con guión de Enrique Videla, Paula del Fierro y Leonel D’Agostino, basado en el mediático caso de “La Manada” en España, tienen relación a una serie policial que mantiene, desde la primera escena, la tensión y aborda temas relevantes en el mundo de hoy, como es el machismo, el abuso sexual, los abusos de poder y el despertar feminista, entre otros.

Los temas abordados en La Jauría, como por ejemplo la forma de actuar del abusador, están bien planteados, poniendo distintos puntos de vista (el profesor, la estudiante, la policía, el psicólogo, el director del colegio…).

Por otro lado, destacan las sólidas actuaciones de Paula Luchsinger, Mariana Di Girolamo, Antonia Zegers, Marcelo Alonso, María Gracia Omegna, Alfredo Castro y un largo etcétera.

También destaca la dirección de la argentina Lucía Puenzo (Wakolda, El niño pez, XXY) y la participación de Ana Tijoux, tanto en un papel menor como, en particular, con el tema principal de La Jauría.

La críticas pueden ir por el hecho de asumir una mirada “políticamente correcta” desde discursos “progresistas” dominantes (no desde miradas de poder dominantes), en una construcción cerrada. En este sentido, no hay fisuras o dudas en el discurso.

También puede no agradar el que aborde conflictos transversales -como los abusos sexuales y de poder- pero desde la clase alta, donde no hay precariedad y vulnerabilidad social, económica y cultural, por ejemplo. Y con acciones y reacciones que no parecen propias en ese grupo social.

En relación a los puntos anteriores, se nota la “factura” de Fábula (Pablo y Juan De Dios Larraín, con “Post Mortem”, “No”, “El Club”) y la falta de Marcela Said (“Los perros”), Fernando Guzzoni (“Carne de perro”, “Jesús”) o José Luis Sepúlveda (“El pejesapo”).

La Jauría, Amazon (c)
La Jauría, Amazon (c)

También, en un afán por ser una serie “internacional”, termina siendo una serie policial donde “calzan” demasiadas piezas, se suman excesos de temas poniendo en duda la verosimilitud de la historia (en especial a partir de la mitad y en especial al final). El abuso sexual, la idea de “jauría”, el manejo del poder en la clase alta y el machismo bastaban -y de sobra- para hacer una buena serie.

“La Jauría” es una buena serie que pone temas fuertes y actuales sobre el tapete, que mantiene la tensión y con grandes actuaciones. Una serie que devela una sociedad cínica, que mira de reojo o simplemente desvía la mirada para mantener un equilibrio de poderes con un pequeño grupo de privilegiados. Un poder que da, por ejemplo, manejar los dineros de las AFP, pero que se sustenta en la forma en que manejan la sociedad… y ahí, las relaciones entre ese ejercicio del poder y la idea de “jauría” pudo dar mucho más.