‘El héroe de los pies descalzos’: La legendaria historia del atleta que conquistó Roma

Agencia UNO
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El héroe de los pies descalzos. Así se puede definir a nuestro siguiente personaje: Abebe Bikila, un miembro de la guardia imperial etíope que se convirtió en todo una leyenda del atletismo al correr sin sus zapatillas y ganar. Toda una hazaña.

Bikila comenzó a correr a los 17 años y fue descubierto por el entrenador sueco Onni Niskanen, quien lo instruyó e incentivó a correr. Su historia comienza en los Juegos Olímpicos de Roma 1960 con una medalla dorada que lo hizo conocido en todo el mundo, y no precisamente por haber ganado.

El atleta llegó a esos juegos convertido en el gran favorito para ganar la maratón, ya que había sido el vencedor en el campeonato etíope tras derrotar en la prueba de selección al ‘gigante’ y amigo Wami biratu, quien se había clasificado a la carrera de 10.000 metros.

Bikila llegó así a Italia y el día antes de la competencia ocurrió lo insólito. El patrocinador, Adidas, le entregó varias zapatillas para la maratón pero el etíope se sintió incómodo con cada par que se probó, así que apeló a lo radical: correr descalzo.

Para el auspiciador la idea le resultó algo descabellado, pero lo que no sabían era que el atleta estaba acostumbrado a trotar por el altiplano etíope en esas condiciones, aunque en este tipo de competencias el nivel subía considerablemente, por lo que correr sin zapatillas se transformaba en un completo riesgo.

Niskanen, entrenador europeo del equipo de Etiopía, le aclaró a Bikila sobre lo peligroso que era correr así y de paso le advirtió sobre el poderoso rival que se le avecinaba en el maratón: Abdesselam, atleta marroquí, la estrella del momento y clarísimo candidato a quedarse con el oro.

En esos tiempos las grandes figuras del deporte no gozaban de la notoriedad que hoy cuentan, por lo que Niskanen ideó una inteligente idea para que el etíope identificara a su contrincante en medio de la carrera: Le señaló a Bikila que se fijara en el dorsal 26, esos eran los talones a vigilar.

Un triunfo inolvidable rodeado de antorchas

La prueba se realizó de noche pues el incesante calor de agosto podría arriesgar la salud de los participantes, así que los organizadores programaron la maratón para la última hora de la tarde.

El objetivo era salir con poca luz y finalizar de noche, una hermosa experiencia que Bikila vivió en persona. Tras recorrer las calles de Roma rodeado de un místico ambiente y de los cientos de aficionados el atleta arrancó en el grupo que comandaba el número 185.

El etíope recordó el dorsal 26 y le extrañó no verlo en ninguna parte. Pasaron los kilómetros y los competidores comenzaron a separarse, pero Abdesselam brillaba por su ausencia.

Los italianos y rusos quedaron rezagados y solo quedaba Bikila y el misterioso número 185, quien no daba muestras de cansancio mostrándose fuerte en la cabeza de la carrera.

La noche cayó de lleno en la Vía Appia y solo las antorchas iluminaban el paso a los deportistas.

AFP

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Quedaban solo dos kilómetros para finalizar la competencia y el etíope miró al Coliseo, se inspiró y comenzó con el remate. Lo hizo con normalidad, sin levantar mucho los talones, confirmando que su estilo era tan demoledor como económico.

En dorsal 185 no aguantó el ritmo y cedió ante Bikila, quien veía como la gloria olímpica se transformaba en toda una realidad.

El Arco de Costantino se inundó de una marea de aficionados que querían ver al campeón de los pies descalzos, aquel que con solo sus pies, y nada más que sus pies, consiguió una hazaña de tal magnitud.

Abebe se quedó con el oro tras lograr un tiempo de 2:15.16, el cual resultó ser todo un récord mundial.

¿Pero que sucedió al final con el dorsal 26? Resulta que tras Bikila llegó el número 185, quien resultó ser Abdesselam. Al marroquí le cambiaron a último minuto el número de su dorsal y compitió con el 185. El etíope nunca pensó en la tremenda amenaza que le siguió toda la carrera.

Triunfo histórico y político

La victoria trascendió lo deportivo, ya que en el mismo lugar que Abebe se coronó campeón partieron en 1935 las tropas de Mussolini para conquistar Etiopía. Además, durante la prueba el atleta pasó varias veces por el Obelisco de Oxum, monumento que los italianos robaron de su país durante la ocupación e instalaron en Roma.

El triunfo ascendió a Bikila a la categoría de héroe en su país y en África. Fue condecorado y recibió una pensión vitalicia. Su victoria supuso una revolución en Etiopía donde su ejemplo sirvió de inspiración para que cientos de jóvenes soñaran en convertirse en atleta.

Luego de Roma 1960, el deportista no se sintió conforme y cuatro años más tarde se aventuró en los juegos de Tokio 1964 (esta vez con zapatillas), pese verse involucrado en una seria acusación en la cual lo vinculaban con un complot militar, denuncia que lo tuvo un mes y medio en la cárcel.

Como si fuera poco, Abebe sufrió de apendicitis previo a su participación en Japón, pero eso no importó, pues allí no encontró rivales y se quedó nuevamente con el oro en maratón.

AFP

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Llegó México 1968 pero su rendimiento no era el mismo. Los años, la humedad y la altitud lo derribaron en el kilómetro 17 tras un golpe de calor.

Repentinamente un año después, en 1969, su vida sufrió un giro inesperado tras sufrir un accidente. El etíope estuvo 3 meses internado y lamentablemente quedó postrado en una silla de ruedas, paralítico.

En 1973 una hemorragia cerebral acabó con su vida a la edad de 41 años. Su recuerdo permanece hoy en el tiempo y sobretodo la huella de sus pies descalzos, aquellos que atravesaron en la penumbra las calles de Roma para encontrar la gloria bajo el Arco de Constantino.

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El héroe de los pies descalzos. Así se puede definir a nuestro siguiente personaje: Abebe Bikila, un miembro de la guardia imperial etíope que se convirtió en todo una leyenda del atletismo al correr sin sus zapatillas y ganar. Toda una hazaña.

Bikila comenzó a correr a los 17 años y fue descubierto por el entrenador sueco Onni Niskanen, quien lo instruyó e incentivó a correr. Su historia comienza en los Juegos Olímpicos de Roma 1960 con una medalla dorada que lo hizo conocido en todo el mundo, y no precisamente por haber ganado.

El atleta llegó a esos juegos convertido en el gran favorito para ganar la maratón, ya que había sido el vencedor en el campeonato etíope tras derrotar en la prueba de selección al ‘gigante’ y amigo Wami biratu, quien se había clasificado a la carrera de 10.000 metros.

Bikila llegó así a Italia y el día antes de la competencia ocurrió lo insólito. El patrocinador, Adidas, le entregó varias zapatillas para la maratón pero el etíope se sintió incómodo con cada par que se probó, así que apeló a lo radical: correr descalzo.

Para el auspiciador la idea le resultó algo descabellado, pero lo que no sabían era que el atleta estaba acostumbrado a trotar por el altiplano etíope en esas condiciones, aunque en este tipo de competencias el nivel subía considerablemente, por lo que correr sin zapatillas se transformaba en un completo riesgo.

Niskanen, entrenador europeo del equipo de Etiopía, le aclaró a Bikila sobre lo peligroso que era correr así y de paso le advirtió sobre el poderoso rival que se le avecinaba en el maratón: Abdesselam, atleta marroquí, la estrella del momento y clarísimo candidato a quedarse con el oro.

En esos tiempos las grandes figuras del deporte no gozaban de la notoriedad que hoy cuentan, por lo que Niskanen ideó una inteligente idea para que el etíope identificara a su contrincante en medio de la carrera: Le señaló a Bikila que se fijara en el dorsal 26, esos eran los talones a vigilar.

Un triunfo inolvidable rodeado de antorchas

La prueba se realizó de noche pues el incesante calor de agosto podría arriesgar la salud de los participantes, así que los organizadores programaron la maratón para la última hora de la tarde.

El objetivo era salir con poca luz y finalizar de noche, una hermosa experiencia que Bikila vivió en persona. Tras recorrer las calles de Roma rodeado de un místico ambiente y de los cientos de aficionados el atleta arrancó en el grupo que comandaba el número 185.

El etíope recordó el dorsal 26 y le extrañó no verlo en ninguna parte. Pasaron los kilómetros y los competidores comenzaron a separarse, pero Abdesselam brillaba por su ausencia.

Los italianos y rusos quedaron rezagados y solo quedaba Bikila y el misterioso número 185, quien no daba muestras de cansancio mostrándose fuerte en la cabeza de la carrera.

La noche cayó de lleno en la Vía Appia y solo las antorchas iluminaban el paso a los deportistas.

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Quedaban solo dos kilómetros para finalizar la competencia y el etíope miró al Coliseo, se inspiró y comenzó con el remate. Lo hizo con normalidad, sin levantar mucho los talones, confirmando que su estilo era tan demoledor como económico.

En dorsal 185 no aguantó el ritmo y cedió ante Bikila, quien veía como la gloria olímpica se transformaba en toda una realidad.

El Arco de Costantino se inundó de una marea de aficionados que querían ver al campeón de los pies descalzos, aquel que con solo sus pies, y nada más que sus pies, consiguió una hazaña de tal magnitud.

Abebe se quedó con el oro tras lograr un tiempo de 2:15.16, el cual resultó ser todo un récord mundial.

¿Pero que sucedió al final con el dorsal 26? Resulta que tras Bikila llegó el número 185, quien resultó ser Abdesselam. Al marroquí le cambiaron a último minuto el número de su dorsal y compitió con el 185. El etíope nunca pensó en la tremenda amenaza que le siguió toda la carrera.

Triunfo histórico y político

La victoria trascendió lo deportivo, ya que en el mismo lugar que Abebe se coronó campeón partieron en 1935 las tropas de Mussolini para conquistar Etiopía. Además, durante la prueba el atleta pasó varias veces por el Obelisco de Oxum, monumento que los italianos robaron de su país durante la ocupación e instalaron en Roma.

El triunfo ascendió a Bikila a la categoría de héroe en su país y en África. Fue condecorado y recibió una pensión vitalicia. Su victoria supuso una revolución en Etiopía donde su ejemplo sirvió de inspiración para que cientos de jóvenes soñaran en convertirse en atleta.

Luego de Roma 1960, el deportista no se sintió conforme y cuatro años más tarde se aventuró en los juegos de Tokio 1964 (esta vez con zapatillas), pese verse involucrado en una seria acusación en la cual lo vinculaban con un complot militar, denuncia que lo tuvo un mes y medio en la cárcel.

Como si fuera poco, Abebe sufrió de apendicitis previo a su participación en Japón, pero eso no importó, pues allí no encontró rivales y se quedó nuevamente con el oro en maratón.

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Llegó México 1968 pero su rendimiento no era el mismo. Los años, la humedad y la altitud lo derribaron en el kilómetro 17 tras un golpe de calor.

Repentinamente un año después, en 1969, su vida sufrió un giro inesperado tras sufrir un accidente. El etíope estuvo 3 meses internado y lamentablemente quedó postrado en una silla de ruedas, paralítico.

En 1973 una hemorragia cerebral acabó con su vida a la edad de 41 años. Su recuerdo permanece hoy en el tiempo y sobretodo la huella de sus pies descalzos, aquellos que atravesaron en la penumbra las calles de Roma para encontrar la gloria bajo el Arco de Constantino.