Los búlgaros, hartos de los políticos y de la corrupción, acuden el domingo a las urnas con pocas esperanzas de resolver las crisis perennes del país, el más pobre de la UE.

Las previsiones de crecimiento son del 1,5% y las inversiones extranjeras han caído. Además continúa la emigración masiva de jóvenes diplomados.

El salario medio es de 400 euros y un hogar de cada cinco vive por debajo del umbral de pobreza. Según un estudio reciente, el 69% de los búlgaros lo considera “insoportable”.

El hombre fuerte del país, Boiko Borisov, expulsado hace 18 meses del poder por manifestaciones contra la pobreza y la corrupción, se perfila como el favorito para ganar los comicios, con su partido de centroderecha Gerb.

Dos meses después de su dimisión en febrero de 2013 el país quedó en manos del equipo del “tecnócrata” Plamen Orecharski, apoyado por los socialistas y el partido de la minoría turca MDL. Pero las manifestaciones se reanudaron y acabó cayendo este verano.

El domingo, “en ausencia de una alternativa sugestiva, los electores votarán por el mal menor”, considera Vasil Tontchev, el director del instituto Sova Harris.

Borisov vuelve al primer plano de la política en un momento en que las reformas de la salud, la educación y las jubilaciones son ineludibles. E incluso antes de llevarlas a cabo, el país se topa de frente con varios desafíos.

La crisis ucraniana amenaza el suministro de gas ruso durante este invierno al país, que no tiene otra opción para calentarse y hacer funcionar sus empresas.

Además, la UE ha suspendido el pago de cientos de millones de euros de fondos europeos por irregularidades en los mercados públicos. Por si fuera poco, el CCB, cuarto banco del país, se halla al borde de la bancarrota y los clientes no han podido retirar dinero desde junio. A todo ello se añade la gran cantidad de refugiados sirios que llegan desde Turquía.

Alianza difícil

Borisov habla de “meses increíblemente duros que nos esperan” y advierte de que si el lunes el país no tiene un gobierno estable “la crisis griega no será nada en comparación con lo que le espera a Bulgaria”.

Los sondeos predicen al partido Gerb en torno al 34% de los votos y 100 diputados, por delante de los socialistas (entre 53 y 55 escaños) y el MDL (entre 44 y 46).

La mayoría absoluta se sitúa en 121 escaños, Borisov no podrá gobernar sin una alianza con pequeños partidos de derecha, que no será fácil.

Independientemente del resultado de las elecciones, el politólogo Antony Galabov teme que Bulgaria sufra aún “cinco o seis años” de inestabilidad política.

Según el instituto Alpha Research, seis de cada diez búlgaros no cree que su vida mejore después de las elecciones. Entre ellos figuran los manifestantes de 2013, decepcionados de que su movilización no haya hecho emerger una alternativa.

Stefan, uno de los estudiantes que se echó a la calle, intenta ser positivo: “Las manifestaciones obligaron a la gente a despertar para unirse frente a la oligarquía”, dice.