Como colocolino protesto ante el vejamen sufrido por el Memorial de los Derechos Humanos, ubicado en el Estadio Nacional, al producirse los graves incidentes de violencia en el fútbol que, una vez más, empañaron la fiesta deportiva del fin de semana.

Resulta increíble lo acontecido. Muchas veces hemos presenciado a grupos de barristas con la imagen del Che Guevara o de otros grandes luchadores sociales. Sin embargo, atentar contra el Memorial indica que ese gesto, con la bandera del Che, no resulta ser un gesto sincero; la razón es evidente los ejecutados políticos y torturados hasta quedar físicamente destruidos eran todos admiradores del Che.
 
Esos jóvenes en su gran mayoría, habían llegado a militar en un Partido político de izquierda inspirados en la figura del Che. Atropellar el Memorial es violar su lucha, su resistencia en esos subterráneos en que debían apretar los labios y callar aún cuando sus verdugos les estaban demoliendo.
 
Como ocurre que ese puñado de jóvenes exaltados no tenga freno ni conciencia es un hecho preocupante. Aún más, es alarmante pensar que ciertos grupos humanos no tengan límites en su conducta, sea por lo que sea, el alcohol, la droga, o por ambos vicios embrutecedores no puede ser que se borren todos los contornos de la conducta social y puñados de personas no tengan nada que respetar ni fronteras que no se deban traspasar.
 
Una conducta de total y completo desprecio social es propia del fascismo y no de la izquierda. Un luchador, un combatiente que se respete a sí mismo es en primerísimo lugar una persona que se distingue por su cuidado riguroso de la memoria histórica y, en consecuencia, de las luchas que involucraron a tantos y tantas antes de que ellos se hicieran presente en el escenario. Si ese patrimonio no le importa estamos en presencia de un riesgo severo de resentimiento social, que se ha demostrado no trepida en nada para abrirse paso y saciar bajas pasiones.
 
Ojalá que esta vez los responsables de las sociedades anónimas deportivas no sólo hagan las declaraciones habituales para salir del apuro y sean capaces de ir más allá de la rutina y sus decisiones marquen efectivamente un antes y un después. Chile necesita una memoria histórica sana y no el descontrol de los que no saben que hacer con su existencia.

Camilo Escalona
Presidente del Instituto Igualdad y ex presidente del Senado