Hace poco Occidente trataba de darle un pequeño lugar en los asuntos del mundo a los países emergentes, pero ahora estos proponen ayudar a la zona euro en crisis. El mundo al revés que se prefigura conmociona las certezas vigentes con pérdidas y ganancias.

“Cambia el liderazgo mundial. Está pasando de los occidentales a los países emergentes”, dice el ministro francés de Cooperación, Henri de Raincourt.

Para este dirigente occidental, el estado de gracia de los emergentes, varios de los cuales están reunidos en el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Africa del Sur), durará un tiempo y luego “en la medida que progresen, tropezarán con problemáticas que nosotros conocemos desde hace tiempo”, dijo en referencia a los conflictos sociales.

En materia económica, varios emergentes pueden influir, en especial China y Brasil, que cuentan con importantes reservas en divisas.

Para Daniel Schwanen, del Centro para la innovación en la gobernanza internacional, con sede en Toronto, los BRICS “enfrentan sin embargo enormes desafíos” (como la inflación, la concesión a veces peligrosa de préstamos) y “sus montañas de dólares que no generan mucho”.

En diplomacia y en el campo de la seguridad, asunto principal de la Asamblea general anual de las Naciones Unidas en Nueva York, los BRICS pueden también reivindicar partes de mercado.

En el caso libio, Africa del sur marcó su diferencia al ignorar la conferencia de post guerra en París. En la ONU, emergentes como India y Brasil, en apoyo a China y Rusia, bloquean la adopción de una resolución de inspiración europea que condena a Siria por su represión sangrienta de manifestantes pacíficos.

“Tener de su lado a Gabón, Bosnia, Portugal, con todo el respeto que se tenga por ellos, y en contra a India, Africa del Sur, Brasil, no se ve bien”, se dice en París.

Para varios expertos, la nueva situación geoestratégica observada, viene de la “capacidad diplomática extraordinariamente rica” de los emergentes, que tienen “un pie en el sur y otro en el norte para tranquilizar”, y de la ceguera de las viejas potencias para admitirlos en su cenáculo.

“Tienen la realidad del poder desde hace buen tiempo, oculta o que no se quiere ver”, subraya Bertrand Badie, profesor de relaciones internacionales en el Instituto de Estudios Políticos de París, que cita su “crecimiento de dos cifras”, su “resistencia impresionante a la crisis” y su “potencia financiera”.

Estos estados “ya no reivindican jugar en la primera división, sino encabezar la clasificación, buscan distinguirse y cada vez menos hacer causa común con las viejas potencias”, analiza.

Frente a este impulso, los occidentales parecen un poco desarmados, pues volvieron a poner de moda al G8, grupo de países más industrializados, ignorando su representatividad declinante en el escenario mundial y trataron de marginalizar o instrumentalizar a los emergentes.

Daniel Schwanen relativiza sin embargo su debilidad. Los occidentales y sus aliados “son garantes del 80% de la potencia militar mundial y guardan una fuerza de atracción potente”, con un nivel de vida muy superior al promedio de los otros países del G20, indicó.

Según Bertrand Badie, los emergentes están “en una fase de ostentación, se trate de salvar a la economía europea, pesar en el tema nuclear iraní, mostrar capacidad de hacer explotar al G20 o bloquear una intervención en Siria”.

“Ustedes no quieren jugar con nosotros, entonces ahora vamos a jugar contra ustedes”, parecen decir en la actualidad, agregó.