Centroamérica, que acoge desde este domingo la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), se ha convertido en la región más violenta del mundo, superada solo por zonas de guerra, según la ONU.

La peor situación de violencia e inseguridad la soportan los países del Triángulo Norte centroamericano (Guatemala, El Salvador y Honduras), por acción del crimen organizado y de las temidas maras o pandillas, pero las tasas de crímenes vienen en aumento también en el resto del istmo.

Honduras ocupa el primer lugar en homicidios, con 58 al año por cada 100.000 habitantes, seguido por El Salvador con 52, Guatemala 48, según un informe divulgado en 2010 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Más abajo están Belice con 32, Panamá con 19, Nicaragua con 13 y Costa Rica con 11, según el PNUD.

De acuerdo al PNUD, más de 79.000 personas fueron asesinadas entre 2003 y 2008 en Centroamérica, donde circulan casi tres millones de armas de fuego, dos de cada tres en forma ilegal.

Esta situación provoca no sólo pérdidas humanas, sino también económicas: el Banco Mundial estableció en abril que los países centroamericanos gastan el 8% de su Producto Interno Bruto (PIB) en el combate de la violencia, lo que frena su desarrollo y mantiene en la pobreza a una gran porción de sus 40 millones de habitantes.

La región es pasadizo de la droga sudamericana en dirección a Norteamérica, que circula en muchos casos con la complicidad de funcionarios corruptos.

El presidente salvadoreño Mauricio Funes, que inaugurará este domingo la asamblea de la OEA en San Salvador, afirmó en mayo que el crimen organizado es un “enemigo muy poderoso”, que mueve recursos que superan a los que disponen las fuerzas de seguridad.

Los cárteles de la droga que operan en la región tienen ingresos por 100.000 millones de dólares al año, cinco veces más que el PIB de El Salvador, dijo el mandatario.

Además, en el istmo hay unos 70.000 pandilleros, que extorsionan a empresarios, transportistas, pequeños comerciantes e incluso familias pobres.

El Banco Mundial calculó que las empresas centroamericanas dedican anualmente el 3,7% del total de sus ventas a gastos de seguridad o a reponer los objetos robados.

En América Central hay cerca de 254.000 guardias de seguridad privada, mientras que el número de policías asciende apenas a 89.000.

Además, las cárceles centroamericanas están hacinadas, lo que crea un clima propicio para motines e impide la rehabilitación de los reclusos.