Nathan y Betty era un matrimonio que ya tenía experiencia en brindarle hogar a niños sin padres. Los progenitores biológicos estaban en prisión o ya habían fallecido. La llegada de un nuevo integrante a la familia fue de la forma menos esperada.

En septiembre de 1989, un bebé yacía al lado de los botes de basura, en una zona rural de Florida, EEUU. Con apenas unos días de nacido, ya tenía una historia por delante, tras la suerte de haber sido encontrado por un matrimonio amoroso.

En un inicio se plantearon darlo en adopción ya que habían desistido de criar más hijos de otros padres. Ya tenían los suyos, junto a más de una decena de los acogidos en un barrio de pocas oportunidades para las mayorías.

No obstante, la pareja conformada por un operario de mantenimiento y una trabajadora agrícola, no querían que el bebé sufriera en un hogar estatal. Decidieron asumir como los padres que necesitaba, luego de que los biológicos renunciaran a él de la peor forma.

Foto referencial / La Voz

“Bebé basura”

Freddie Figgers crecía así en una familia modesta pero afectuosa. Sin embargo, con el correr de los años, otros de sus contemporáneos se enteraron de su historia. La crueldad se hizo presente en las calles en forma de palabras.

“Los niños solían burlarse de mí. Me llamaban ‘bebé basura’, me decían ‘nadie te quiere… eres sucio"”.

Muy por el contrario, sus padres y hermanos eran una familia constituida y normal, como otras que comparten la misma sangre. No obstante, la mala clase y acoso, no tenía que ver con dinero o tipo sanguíneo.

“Recuerdo ocasiones en las que me bajaba del bus escolar y los niños me agarraban y me tiraban en botes de basura y se reían de mí. Llegó al punto que mi padre me tenía que esperar en la parada del bus y me acompañaba a casa. Y los niños me acosaban aún más, burlándose de él: ‘¡Ja, ja! Miren a ese anciano con bastón’.

Aún con todo y el bullying rondando su día a día, Freddie siempre supo la verdad de primera mano. Más adelante lo ayudaría a forjar su destino.

Su padre le contó todo ante la insistencia de un niño que quería saber por qué lo llamaban “niño basura”.

“Me dijo: ‘Te lo voy a contar sin rodeos. Tu madre biológica te abandonó y como yo y Betty no queríamos mandarte a una casa de acogida, te adoptamos’. Yo me sentí como basura y siempre me acuerdo que me agarró por los hombros y me dijo: ‘Nunca dejes que eso te afecte"”.

La historia de Freddie Figgers fue dada a conocer recientemente por la BBC, en su programa “Outlook“.

Con la crianza en una familia dispuesta a ayudar a los demás, un niño, abandonado en la basura, entendió que sus padres de adopción eran capaces de dar amor, techo y alimento a otros que lo necesitaran, sin hacer distinción.

“Vi a mi padre siempre ayudando a la gente, deteniéndose en el camino a asistir a extraños, alimentando a los sin techo… era un hombre increíble y yo quiero ser como él”.

Padres adoptivos de Freddie Figgers / BBC

Un tesoro en la basura

Cuando Freddie cumplió 9 años, sabía que la informática se convertía en una parte importante de su mundo. Lamentablemente, el dinero no alcanzaba para un computador.

De lo que otros desechan, llegó la oportunidad. Los fines de semana salía con su progenitor a lo que denominaban “buceo de basura”.

Se hacían de objetos que luego servían como partes para reconstruir otros de gran utilidad en la vida y el hogar. “Nos paseábamos por diferentes vecindarios en busca de cosas que la gente hubiera tirado. Como dice el refrán: lo que para un hombre es basura, para otro es un tesoro”.

“A mí siempre me habían fascinado las computadoras. Soñaba con una computadora Gateway pero no podíamos comprarla”, relató Figgers.

Sin embargo, el día más esperado llegó cuando por sólo 24 dólares (poco más de 17 mil pesos chilenos), pudieron comprar una Apple Macintosh que -en apariencia- estaba inservible.

El trabajo de su padre le puso al alcance las herramientas para soldar y unir cables. Fue así como, con el esqueleto de un radio reloj, hizo despertar al computador de sus sueños. De ahí en adelante, todo fue ganancia en todos los sentidos.

“Esa computadora borró todo el dolor del acoso escolar. Mientras me molestaban en la escuela, yo pensaba cuánto quería regresar a casa a jugar con mi computadora. Aprendí a codificar a los 10 u 11 años y empecé a escribir programas básicos. Fue entonces que empecé a avanzar”.

A los 12 años, la alcaldesa de Quincy estaba enterada de las habilidades del pequeño Freddie. Ella era la encargada de un programa preescolar informático y veía como el niño era capaz de reemplazar partes de un computador a otro, a fin de echarlo a andar.

“No había un técnico de computadoras así que cuando una máquina dejaba de funcionar, la desconectaban y la apilaban con las demás averiadas. Yo las cogía y reemplazaba las partes dañadas de unas con las buenas de otras”, explica.

A los 15 años, ganando 12 dólares la hora, aún laboraba para la comuna. Lo propusieron para monitorear el funcionamiento de los medidores de presión de agua. El pago sería de 600 mil dólares.

“Para entonces, la escuela me aburría así que decidí dejarlo y empezar mi propio negocio, aunque mis padres no estaban de acuerdo”.

Foto Freddie Figgers / BBC

Una compañía de 62 millones de dólares

Todo fue ganancia para un joven que, a muy temprana edad, se forjó un nombre como informático.

Pero su padre comenzó a enfermar. El Alzheimer minaba su mente cada vez más. Con todo el conocimiento del mundo para reparar el cerebro de los computadores, el joven no podía hacer nada por el de su padre.

“Recuerdo una noche que nos fuimos a dormir después de ver una película de vaqueros que a él le gustaba mucho, y a las dos de la mañana me despertó, rifle en mano, convencido de que yo era el héroe del filme, diciéndome que tenía que irme de la ciudad. Logré quitarle el rifle y acostarlo pero a la mañana siguiente ya no estaba”.

Se perdía constantemente y no sabía como volver a su casa. Freddie ideó entonces un dispositivo que cambiaría la vida, no sólo a su padre, sino a otras personas diagnosticadas con este padecimiento.

“Noté que (al salir de la vivienda) nunca dejaba de ponerse los zapatos, así que les abrí las suelas, les puse un circuito con un micrófono, un parlante y una tarjeta inalámbrica de amplio alcance e integré eso con mi laptop. Todo esto era antes de que existieran Apple o Google Maps, así que lo integré con Tomtom (un sistema de navegación por GPS) para que cuando mi padre desapareciera, yo pudiera presionar un botón en mi computadora y preguntarle dónde estaba. Podía responderme ‘no sé dónde estoy’, y yo saber si estaba de pie, sentado o tendido en el suelo”.

Sabía, por medio de esta tecnología, la ubicación exacta de su padre, quien no fue a dar a un hogar de ancianos pese a la insistencia de otros familiares, mientras su condición empeoraba cada vez más.

Freddie, no obstante, se mostró siempre reacio a dejarlo en un sitio desconocido, como tampoco quiso hacer él, sin el amor de su familia, aunque ya no los recordara.

Foto Freddie Figgers / BBC

“Él no me abandonó a mí, así que yo no lo iba a abandonar a él”.

El GPS del zapato de su padre fue una tecnología que años después fue vendida por su creador por dos millones de dólares. Poco después, su padre dejó este mundo.

Más adelante, su compañía Figgers, plenamente establecida, se dedicaba a brindar internet de mayor alcance a las zonas rurales de Florida.

“La mayoría de la gente seguía usando conexiones telefónicas para acceder a internet. Pero sólo después de 394 intentos, finalmente la FCC (Comisión Federal de Comunicaciones) me otorgó una licencia”.

De esta forma se convirtió en el más joven en obtenerla, con 21 años, y el único afroamericano en adquirirla.

Freddie Figgers / BBC

Con las ganancias, la empresa del que una vez fue abucheado como un “bebé basura”, otorga becas de estudio a niños que viven en pobreza. Su fundación provee además de computadores que les ayuden a continuar sus clases en medio de la pandemia.

En sus inventos tecnológicos que se suman al “Zapato GPS”, figura un medidor de glucosa que puede salvarle la vida a un diabético.

Su tío, hermano de su madre, falleció por esta causa sin llegar a pedir ayuda, siendo hallado muerto por Freddie y sus padres cuando fueron a visitarlo. Fue un trauma que lo llevó a su nueva creación.

“Los diabéticos registran ellos mismos sus niveles de azúcar en la sangre (gracias kits que venden en farmacias), pero en las zonas rurales, como el sur de Georgia, donde vivía el tío de mi mamá, no había nadie que fuera a revisarlo con regularidad. Así que creé un glucómetro inteligente que tras tomar la medida, la comparte con tu teléfono, tus doctores, tus familiares y tu compañía de seguros, de manera que si algo es anormal, envía un alerta”.

Betty May, su madre, aún vive. Desarrolló también Alzheimer. Es parte de su motivación por ayudar a los que más lo necesitan, tal como a él lo rescataron hace 33 años.

“No dejes que tus circunstancias definan quién eres y dale a otras personas oportunidades”, concluye

Freddie Figgers / BBC