El pasado 10 de marzo, el personal médico del Sanatorio Aconcagua, en la Provincia de Córdoba, recibía a un bebé, de 7 meses, convulsionando.

A primera vista no estaban los signos de abusos que se descubrirían transcurrido algún tiempo de su revisión e internamiento.

Los médicos a cargo de su revisión detectaron un hombro dislocado, además de las convulsiones. Tiempo después, fue declarado con muerte cerebral.

Inmediatamente, desde el mencionado hospital se dio parte a las autoridades provinciales. Con el niño debatiéndose entre la vida y la muerte, a tan corto tiempo de nacer, era el turno de la justicia en deducir responsabilidades.

En el centro de salud ya habían atendido a la misma criatura, semanas atrás, por quemaduras que resultaron ser de cigarrillos.

La historia salió a la luz publicada por medios de Córdoba como El Doce, la cual fue replicada en otros de alcance nacional e internacional.

Sanatorio Aconcagua / Córdoba

Rápidamente, con el parte médico destacando el evidente episodio de violencia, las autoridades procedieron a la captura de los padres del niño. Se trata de una mujer de 39 años y su pareja de 42.

Como no estaba claro quién propinó los golpes al menor de edad, hasta hacerlo convulsionar y dejarlo con muerte cerebral, es que la policía local procedió a la aprehensión de ambos, dejando a una sociedad tan atónita como enfurecida por el nivel de ensañamiento contra un inocente. Peor, viniendo supuestamente, de sus propios padres.

El Show del Lagarto / Córdoba

La muerte de Yoakim

Era la madrugada del pasado jueves 11 de marzo, cuando se declaraba muerto al bebé vapuleado por sus padres.

Poco tiempo estuvo sometido a la ventilación mecánica desde su hora de ingreso. La muerte cerebral, y las complicaciones de los golpes internos que presentaba, fue demasiado para su frágil existencia.

La decisión de desconectarlo fue comunicada a las autoridades. Los medios informaban el desenlace de una vida truncada, despertando aún más la ira e indignación de una comunidad y de todo un país.

Yoakim, nombre del bebé asesinado en su propia casa, figura en los titulares argentinos, informando el crimen y las reacciones que ha desatado.

A inicios de esta semana en Alta Córdoba, una multitud se dirigió hasta el local comercial de los padres del niño, reconocidos negociantes de su comunidad.

El fin de semana anterior se convocaron turnos para rezar por el menor, tras su deceso. Con las horas incrementó la exigencia de justicia para determinar quién o quiénes, dentro de su familia lo golpearon hasta la muerte.

Han encontrado resistencia, ya que algunos habitantes denunciaron amenazas “de la hermana de la madre del bebé”.

Parece no preocuparles, de todos modos. “Que esto no quede en la nada tapado por el dinero, porque son gente adinerada”, dijo una vecina a un medio cordobés.

Otro de los descargos desde la comunidad, tiene que ver con el hecho de que nunca imaginaron lo que el bebé estaría enfrentando en su seno familiar. No sospechaban de maltrato hacia él, tras hacerse público que en anteriores ocasiones ya había sido atendido en el sanatorio provincial por quemaduras de cigarrillos.

El kiosco, propiedad de los presuntos asesinos de su hijo, fue escrachado (funado). Los vecinos pegaron fotos de la pequeña víctima y de los que consideran sus victimarios.

El delito que los padres de Yoakim enfrentan es de Homicidio Calificado por el Vínculo.

La pena contemplada, a partir del artículo 80 del código penal argentino, es de prisión perpetua para quien o quienes asesinen a un padre, madre, hijo o cónyuge (pareja mujer), esto último, tras las reformas para castigar la violencia de género.

ElDoce / Córdoba, Argentina

Días más tarde, la hermana de la madre de Yoaquim, dejó entrever a los medios locales que la mamá del menor es una víctima de su pareja.

“Buscaba sus espacios para poder estar sola con su bebé. De hecho recurrió a un profesional para empezar a tener su espacio, esa horita de estar sola y contar lo que le estaba pasando”, aseguró.

Junto a un abogado participó en un matinal de Córdoba, mostrándose afectada por lo sucedido en su familia, pero dispuesta a demostrar la inocencia de su hermana, quien cometió el error de no denunciar a su pareja, con la que aparentaba un matrimonio armonioso y estable.

“No pudo hablar antes, no pudo darse cuenta. Confío plenamente en ella, sé quién es, es una persona totalmente sensible y transparente, una luchadora, más allá de la enfermedad que tiene, diabetes desde los 13 años”, dijo la mujer, quien tiene claro que la comunidad repudia a los progenitores del menor, por considerarlos sus asesinos.