Desde ese 7 de octubre, el dolor tiene rostro de mujer. El de madres que ya no pueden abrazar a sus hijos. El de quienes esperan noticias que no llegan. El de hijas, esposas y familias enteras que viven la ausencia de sus seres queridos secuestrados y atrapados en condiciones infrahumanas en los túneles de Hamás.

¿Cómo seguir cuando el corazón se quiebra cada día? No hay respuestas fáciles.

Probablemente, a estas mujeres las sostiene la solidaridad de un pueblo que no olvida. La sostiene el abrazo de quienes lloran con ellas. Las sostiene el sentido de pertenencia a una historia que ha sabido resistir incluso en los momentos en que parece no haber esperanza.

Hubo silencios muy dolorosos, faltó la solidaridad de quienes alzaron la voz por tantas causas justas, pero callaron ante el sufrimiento de jóvenes israelíes abusadas física, psicológica y sexualmente, mujeres usadas como arma de guerra.

Como mujer, es difícil comprender cómo el movimiento feminista pudo mirar hacia otro lado ante tanta violencia y humillación. Imposible aceptar que esas agresiones hayan sido justificadas como actos de “resistencia”.

Aun así, también hubo muchas voces valientes que sí estuvieron. Personas y grupos que solidarizaron con el dolor, que entendieron la complejidad de lo que se vivió, que no se quedaron con relatos parciales ni tendenciosos, sino que buscaron comprender la realidad.

Esa empatía sincera nos dio fuerza, nos recordó que todavía hay humanidad, incluso en medio de la barbarie.

Hoy, a 2 años, del ataque más mortífero desde el Holocausto contra el pueblo judío, en momentos tan dolorosos y difíciles, seguimos teniendo esperanza, esperanza en un futuro mejor, en la vida, en la paz. Seguimos pidiendo por la liberación de esas 48 personas que siguen en cautiverio, porque no las olvidamos, porque están en nuestras oraciones y acciones.

Porque recordar es una forma de honrar a quienes ya no están y de comprometernos a no permitir que la indiferencia vuelva a abrir heridas tan profundas. El 7 de octubre nos marcó para siempre, pero también nos unió en la certeza de que la memoria, la verdad y la justicia son las únicas herramientas capaces de vencer al odio. Desde el dolor, elegimos la vida; desde las ruinas, seguimos construyendo futuro.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile