Por Eduardo Muñoz Inchausti
Director Escuela de Administración Pública
Universidad de Valparaíso

Señor director:

En política, los gestos importan. En el poder económico, los símbolos son aún más elocuentes. Y cuando ambos se cruzan, lo que emerge no es solo un mensaje: es una declaración de dominio. El reciente rebautizo de la planta minera más importante de yodo de SQM como “Nueva Victoria Julio Ponce” no es solo un homenaje. Es una provocación. Es una carcajada cuidadosamente orquestada. Es, también, la prueba viva de que Ponce Lerou no se fue. Se quedó.

La ceremonia privada, realizada en Pozo Almonte, fue rápida y silenciosa. Con no más de 100 invitados, seleccionados del núcleo más leal del imperio Pampa, el acto incluyó una ovación cerrada a Julio Ponce Lerou, apenas dos semanas después de anunciar —con autocomplacencia y soberbia— que dejaba el control de sus negocios “en el momento, lugar y forma que yo así lo he decidido”. Ahora refuerza lo que advertimos: porque, efectivamente, él manda.

Mientras en La Moneda se insiste en presentar el acuerdo entre Codelco y SQM como un logro de gobernanza estatal, la empresa controlada por el entorno directo de Ponce Lerou le pone su nombre a una faena industrial fundamental, como si dijera en voz alta lo que el Gobierno prefiere callar: que el litio y sus derivados no se gobiernan desde el Estado, sino desde las oficinas privadas de una élite económico-familiar que nunca ha soltado las riendas.

La decisión de rebautizar la planta como “Nueva Victoria” no es casual. Es una ironía histórica. Porque esta “nueva victoria” se levanta justo cuando el Estado de Chile ha pactado un acuerdo que, en la práctica, entrega derecho a veto hasta 2060 a los tres representantes que el grupo de Ponce Lerou nombre el directorio de la futura empresa conjunta con Codelco. Es decir, se reconoce formalmente que sin la venia del grupo Ponce Lerou, no habrá decisión relevante posible.

¿Dónde está el control estatal prometido?

¿Dónde quedó la soberanía sobre nuestros recursos estratégicos?

¿Dónde la transparencia que tanto se anunció?

El renombramiento de esta planta no responde con palabras, sino con hechos: Julio Ponce Lerou se “retira” coronado, no cuestionado. Se retira dejando como legado una estructura de poder que el Estado chileno no solo no desmontó, sino que legitimó.

Y lo más grave es que este gesto no generó escándalo. No hubo voces en el oficialismo que cuestionaran la decisión de SQM. No hubo declaraciones desde Codelco, ni desde el Ministerio de Minería, ni desde Corfo. Nada. El silencio es, también, una forma de complicidad.

La “Nueva Victoria Julio Ponce” será, de aquí en adelante, un monumento vivo a una derrota del interés público. Un recordatorio —grabado en letras de fierro y yodo— de que mientras algunos creen estar gobernando, otros gobiernan de verdad. En silencio. Sin prensa. Y con capacidad de veto.

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