Cada vez que un consumidor en Asia, América del Norte o Europa brinda con Pisco chileno, lo hace sin saber que detrás de esa botella hay una historia de estrategia jurídica, diplomacia comercial y reconocimiento internacional. Porque el auge global del Pisco no es solo el resultado de su calidad, sino también de una política comercial coherente y una defensa hábil de su denominación de origen.
Pero el verdadero salto internacional del Pisco ha sido posible gracias a la arquitectura comercial que Chile ha tejido durante décadas. A través de más de 30 tratados de libre comercio, con socios como Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, China, Canadá, México, Australia, Turquía, Tailandia y muchos más, Chile ha logrado que la denominación “Pisco” sea reconocida como indicación geográfica o producto distintivo en decenas de jurisdicciones.
Este reconocimiento no solo ha abierto mercados, sino que ha blindado legalmente al Pisco frente a intentos de exclusividad por parte de Perú, país que cuenta con una indicación geográfica homónima. Y aquí es donde entró en juego una de las jugadas diplomáticas más audaces de la política exterior chilena en materia de propiedad intelectual.
Cómo Chile posicionó el Pisco en el mapa global
En 2005 Perú se adhirió al Arreglo de Lisboa, un tratado internacional que permite registrar y proteger denominaciones de origen a nivel multilateral, buscando proteger internacionalmente la denominación de origen “Pisco” con carácter exclusivo en los alrededor de 20 países miembros que eran parte del Arreglo en ese entones. Esos países tenían 12 meses para negar la protección al pisco peruano. De lo contrario, se consideraría aprobada.
Chile respondió con precisión quirúrgica. Mediante observaciones formales, recordó que “Pisco” ya era una denominación protegida en su legislación desde hacía más de 70 años, y que su uso estaba reconocido en múltiples tratados bilaterales. Pero fue más allá: articuló una estrategia diplomática que logró que varios Estados miembros del Arreglo de Lisboa no reconocieran automáticamente la exclusividad solicitada por Perú. En otras palabras, evitó que “Pisco” quedara monopolizado en el sistema multilateral.
Al igual que en las negociaciones bilaterales, me tocó participar directamente en esa estrategia en mi calidad de negociador de propiedad intelectual por Chile en Ginebra, contribuyendo a consolidar una posición jurídica robusta y coordinando esfuerzos diplomáticos con nuestras contrapartes en Santiago. Fue un trabajo colectivo, donde distintos actores del Estado colaboramos para resguardar un patrimonio que, más allá del producto, representa también un símbolo de nuestra identidad y de nuestra capacidad de actuar con visión de largo plazo.
Un símbolo de nuestra identidad
Gracias a esta combinación de acuerdos comerciales y defensa jurídica proactiva, el Pisco no solo se sigue exportando a más de 50 países, , sino que gana terreno. Hoy, sus ventas internacionales superan los 2,7 millones de dólares anuales y las exportaciones subieron un 33% respecto del 2022. Y en estos días la industria ha informado que las cifras de producción alcanzan 36 millones de litros al año (¡14,4 piscinas olímpicas!). Pero lo más importante: cada botella lleva con orgullo una denominación de origen reconocida, defendida y celebrada.
El Pisco no es solo una ocasión para brindar. Es también un recordatorio de que la identidad y la diplomacia pueden ir de la mano, y que cuando se defienden con inteligencia, logran que un producto local conquiste el mundo. ¡Salud!
