"Los verdaderos resultados que busca la ciudadanía son el valor de la honestidad, el respeto, sentir confianza en las empresas, no sólo por calidad de producto o servicio, sino por la consistencia de las relaciones al interior y hacia el exterior de las propias empresas que priorizamos o privilegiamos".

El 27 de junio es el “Día de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MIPYMES)” y es importante recordar la tremenda contribución que estas hacen a la generación de empleo y a la provisión de múltiples productos y servicios. Por lo mismo, su aporte al desarrollo sostenible -equilibrando factores económicos, sociales y ambientales- puede y debe ser vital.

Para que esto se logre a cabalidad, hay varias consideraciones a tener en cuenta. Una de ellas es la relevancia de las cadenas de suministro y de ahí se desprende una serie de preguntas: ¿qué insumos o recursos necesitan? ¿quiénes son o podrían ser sus proveedores? ¿en qué lugar se encuentran? ¿Cómo son sus procesos de producción y/o logística? ¿Cómo es el trato laboral que evidencian? ¿Cómo es su impacto en las comunidades, y en el medio ambiente? Son temas que hoy las MIPYMES deben considerar con cuidado y esto puede hacer que se destaquen y sean ejemplo al fortalecer el desarrollo local en donde se insertan y trabajan.

Años atrás, una buena evaluación de proyectos de una empresa o de una inversión, nos indicaba que lo relevante era la búsqueda de la minimización de costos para lograr la máxima utilidad o rentabilidad posible; sin importar quienes estaban detrás en la cadena de proveedores o su impacto en la sociedad y el medio. Hoy se hace necesario ir mucho más lejos y considerar estos factores.

Por otro lado, de manera creciente, los ciudadanos, en su rol de consumidores, van exigiendo una demostración clara de cuál es la coherencia de una empresa y conocer cómo está constituida esa cadena de valor. Entonces, una buena y moderna evaluación de proyectos no sólo considera minimizar costos, sino que escoger proveedores consistentes con la exigencia de sostenibilidad. Al hacer una revisión, podemos identificar sus prácticas y escoger a aquellos que más contribuyen al bien común y respetan estos valores a los que hacemos mención. Esto redunda en la satisfacción de los consumidores que, al disponer de información adecuada, son capaces de elegir los productos y servicios que más colaboran a este bien común deseado. De esta manera se sienten contribuyendo a una sociedad más equilibrada, satisfaciendo a su vez sus propias necesidades.

Debemos dejar atrás las viejas y obsoletas miradas de que “minimizando costos” y pagando en plazos más largos, aprovechando la situación de desventaja de proveedores más pequeños, se lograrán mejores resultados. Los verdaderos resultados que busca la ciudadanía son el valor de la honestidad, el respeto, sentir confianza en las empresas, no sólo por calidad de producto o servicio, sino por la consistencia de las relaciones al interior y hacia el exterior de las propias empresas que priorizamos o privilegiamos.

El camino de la sostenibilidad y el trabajo bien hecho, en todo sentido, tiene y genera mayores rendimientos y nos hace más respetables y queribles, para una sociedad que ha perdido muchas veces la confianza al apreciar malas prácticas. Necesitamos ejemplos concretos y verificables de empresas que declaren cómo, en su quehacer, contribuyen a un mundo más sustentable; y logren, a su vez, comunicarlo externamente para dar una mayor claridad a los clientes, para que estos entiendan que, desde su rol de compradores, también son capaces de contribuir a un mejor mundo. En esto está comprometida la Banca Ética al proveer financiamiento de calidad, al sopesar adecuadamente las variables que mencionamos y ajustándose a la realidad específica de cada pequeña y mediana empresa que requiere recursos para avanzar.

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