Cuando el Presidente Gabriel Boric habló durante su campaña de descentralización, comprometiendo el fortalecimiento de los gobierno locales, lo hizo rodeado de alcaldes, alcaldesas y gobernadores, escuchando sus necesidades, para luego entregar medidas concretas a ejecutarse tras asumir su cargo; el 11 de marzo de 2022. Muchos/as observaron este hecho con interés y escepticismo, ya que hay una máxima muy arraigada en la política; que el poder no se entrega.

Hoy, a siete meses del inicio del gobierno ya existen traspasos de competencias a los gobiernos regionales, aumento en el financiamiento de los fondos municipales y cambios de metodologías para la asignación de proyectos de prevención del delito, para llegar a todos los municipios. Esto es un ejemplo claro de una mejor distribución del poder y es solo el inicio del proceso de descentralización que se le debe a nuestro país. Pero las medidas no han quedado sólo ahí. En la región del Biobío, desde la Delegación Presidencial me ha correspondido impulsar un despliegue territorial descentralizado, con nuestros seremis trabajando en las tres provincias por igual, haciéndonos cargo de demandas históricas, con inversión pública, que nos permita atender las necesidades de los gobiernos locales y de las y los habitantes de la región.

Por eso, alrededor de $403 mil millones de inversión pública serán destinados al Plan Buen Vivir, que busca mejorar la calidad de vida de las comunidades y habitantes de las provincias de Arauco y Biobío, además de Malleco y Cautín en la región de la Araucanía. Comenzando a saldar una deuda de muchos años con estas comunidades.

Hemos escuchado a la ciudadanía y sabemos que la seguridad pública es un tema urgente y con características particulares en cada territorio. Por ello lo trabajaremos de forma descentralizada creando un Sistema Municipal de Seguridad, que reemplazará al Fondo Nacional de Seguridad Pública e incrementará los recursos para los municipios desde los actuales $7.774 millones a más de $12.866 millones en 2023.

En Biobío llevamos décadas hablando de descentralización, añorando vencer la excesiva dependencia del poder central. Hoy somos testigos y protagonistas de un gobierno que valora al país como una unidad descentralizada, que mediante hechos -y no palabras- entrega poder a las regiones, para escuchar y empoderar a los gobiernos locales, levantando los anhelos de la ciudadanía desde los territorios. Tal como siempre debió ser.

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