"Es indudable que la inclusión es un meta global que debemos alcanzar si queremos convivir en una sociedad justa y equitativa."

De acuerdo a la Unesco, la educación inclusiva es un “proceso de abordar y responder a la diversidad de necesidades de todos los alumnos y alumnas mediante una mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y la reducción de la exclusión dentro y desde la educación. Esto implica cambios y modificaciones en el contenido, los enfoques, las estructuras y las estrategias, con una visión común que incluye a todos y a todas […] y la convicción de que es responsabilidad del sistema regular educar a todos y a todas” (Unesco, 2008:19).

En este sentido, en el enfoque inclusivo se encuentra patente una mentalidad que apoya las diferencias humanas.

Pero definir la educación inclusiva hoy en día es complejo, ya que esta puede definirse en términos amplios o restringidos.

Las definiciones restringidas o estrictas se refieren a la inclusión de grupos específicos de alumnos (en general, estudiantes con Necesidades Educativas Especiales), mientras que las definiciones más amplias se centran en la diversidad de todos los estudiantes y miembros de la comunidad educativa (Armstrong et al., 2006).

A nivel internacional, la Declaración Universal de Derechos Humanos (ONU, 1948); la conferencia de Salamanca de la ONU (1994); la Convención Internacional para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad (1999); y la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos de las personas con discapacidad (ONU, 2006); impulsaron en gran medida, en países de todo el mundo, el reconocimiento y compromiso frente a la diversidad, a fin de garantizar la igualdad de oportunidades para que todas las personas alcancen su máximo potencial en la vida, sin importar lo distintos que seamos.

Por ello, en los últimos años, poco a poco se están llevando a cabo acciones frente a la inclusión social porque hemos entendido los beneficios de abrazar la diferencia. El respetar la diferencia conlleva a la mejora de la conciencia, el conocimiento, las habilidades y la actitud.

Por ejemplo, las discusiones sobre las diferencias de género, la orientación sexual, las personas en situación de discapacidad, las etnias, etc., brindan un espacio para comprender la complejidad y también la riqueza de la diversidad.

De esta forma aprendemos y nos enriquecemos, adquiriendo habilidades para pensar de manera crítica y creativa en la medida que participamos de interacciones cargadas de diversidad social. Esta comprensión es el primer paso para la transformación hacia una comunidad tolerante donde todos se sientan incluidos.

Tanto en el contexto educativo como en el campo laboral, los grupos diversos responden de manera más creativa e innovadora que los grupos homogéneos, por el sólo hecho de abordar los desafíos y problemas de diferentes perspectivas.

A propósito del contexto educativo, las universidades tienen un papel clave en la inclusión porque reflejan la diversidad de la sociedad. Las universidades deben estar preparadas y equipadas para recibir a estudiantes y personal colaborador sin importar el género o el origen, por ejemplo. Las universidades al beneficiarse de la inclusión, deben promover los valores del respeto a la diferencia, la equidad y la justicia social.

Los entornos de aprendizaje deben adaptarse a las necesidades de un cuerpo diverso de estudiantes, cuando hay un compromiso político y social. Para ello, una de las primeras acciones es llevar a cabo programas que promuevan la diversidad, eliminando los sesgos de nuestros entornos.

En la realidad, aún se puede ver en el mundo que no se está respetando el compromiso adquirido frente a la diversidad. Niños, niñas, jóvenes y adultos siguen siendo discriminados en función de su identidad: etnia, raza, religión, orientación sexual, género, edad, discapacidad, o por su condición de migrante, por cuanto el gran desafío es cambiar la percepción de las personas respecto a la diversidad.

Es indudable que la inclusión es un meta global que debemos alcanzar si queremos convivir en una sociedad justa y equitativa.

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