Sin duda, estamos frente a un momento de elección y es que el paso necesario para una sostenibilidad consciente requiere participación y encuentro entre los distintos actores sociales.

¡Wow! Ya ni siquiera esa expresión sale de nosotros al revisar en nuestras redes sociales o ver en las noticias que un lago en algún lugar de Chile llego al 1% de su capacidad, o al enterarnos que aumentó el volumen del mar, o que al 2050 los incendios forestales se acrecentarán en un 30%. Pasamos de largo a la siguiente historia en Instagram o a la publicación o reel que nos interesa dar like.

Lo cierto es que el cambio climático o los escasez hídrica no es ciencia ficción, es una realidad que está ocurriendo en las comunas rurales cercanas a las grandes urbes, que está encareciendo el precio de los alimentos, generando problemas de accesibilidad y que se debe gestionar.

¿Pero existe un súper poder para eliminar este mal? La publicación del conocido Informe Brundtland, en honor a la primera ministra mujer de Noruega que ejerció como tal durante tres legislaturas (1981, 1986–89 y 1990–96), fue un hito histórico.

Un hito porque registró el concepto de Desarrollo Sostenible, donde claramente nos desafía pues nos indica que la sostenibilidad es “aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de satisfacción de las futuras generaciones”.

Si analizamos el actuar desde nuestro rol de ciudadanas y ciudadanos, comunidad, gobiernos y organizaciones públicas y privadas, nos encontramos antes las próximas generaciones con una deuda ecológica gigante.

Así van surgiendo varias interrogantes ¿Podemos generar un mundo sustentable? ¿Qué pasará con nuestra casa común, nuestro planeta ? El punto de partida es hacernos las preguntas y entregar respuestas claras, que nos conecten con lo local.

Si tuviéramos que indicar tendencias para ser más sostenibles en este 2022, sin duda, el punto de partida sería activar nuestro súper poder de consumidor/a. En nuestra manos o más bien a un click está el poder de decidir qué y dónde comprar, pero qué tan informadamente lo hacemos… Aquí la primera bandera sostenible es preguntarnos: es necesario, dónde terminará una vez que lo use, puedo repararlo y/o sondear en internet cuáles son los emprendedores cuyas marcas puedan aportar a un mundo mejor.

Un segundo punto, es que las organizaciones públicas y privadas con impactos, acerquen su labor sostenible y de relacionamiento comunitario desde una comunicación cercana a las comunidades.

Si bien existe la percepción de que las acciones no se informan, lo cierto es que cada vez más las grandes compañías elaboran Reportes de Sostenibilidad, que funcionan con diversos estándares; sin embargo, estos reportes que cuentan el proceso de la organización en los ámbitos económico, social y ambiental quedan en los portales de las empresas, en lanzamiento de sus informes y deben ser parte de un proceso de diálogo continuo de manera anual con sus públicos de interés.

Sin duda, estamos frente a un momento de elección y es que el paso necesario para una sostenibilidad consciente requiere participación y encuentro entre los distintos actores sociales. Aquí nos referimos a una participación consensuada entre la  ciudadanía, las empresas públicas y privadas, la academia, políticos y gobiernos.

En esa línea, ya se han dado pasos positivos como la ONU con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los ODS vinieron con una clara misión: inquietar y cuestionar nuestros pensamientos, nuestro modo de consumo como inversores, donantes, emprendedores, como ciudadanos. Estos 17 ODS se plasman en la Agenda 2030, una iniciativa que busca resolver los desafíos mediante acciones transformadoras. 

La clave es movilizar a la sociedad en los diversos niveles para que tengamos una invitación clara de cómo aportar y pasar a una acción global donde hacer los cambios para actuar sobre el cambio climático es una cuestión de justicia social y derechos humanos.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile