Las recientes discusiones sobre crecimiento han puesto de relieve la necesidad de transitar con mayor celeridad hacia un equilibrio entre el bienestar social, económico y ambiental. Los desafíos que enfrenta el sector silvoagropecuario para responder a la creciente demanda de alimentos y materiales de construcción, contribuir positivamente a sus territorios, usar de forma consciente los recursos naturales, aportar a la carbono neutralidad y adaptarse a las nuevas condiciones climáticas, son solo algunos de los retos que tenemos por delante. Mirar al cielo o al mar en búsqueda del agua que escasea, no es todo, lamentablemente, existe otro factor que hoy nos preocupa: el suelo. En Chile un 79% de las tierras tienen algún grado de degradación, mientras la erosión alcanza a un 49%, esto sin contar su creciente desertificación y contaminación.

Para enfrentar este escenario, este año como Ministerio de Agricultura y luego de dos años de diálogos regionales con diferentes actores, hemos presentado la Estrategia de Sustentabilidad Agroalimentaria, que entre otros objetivos, y en relación al suelo, plantea actualizar el “Sistema de Incentivos para la Sustentabilidad Agroambiental de los Suelos Agropecuarios”, instrumento de fomento que hace 26 años busca recuperar su potencial productivo. Es así, como con el aporte de mesas público-privadas de todas las regiones, donde participaron más de 500 personas, se elaboró un nuevo proyecto que incluye correcciones de diseño, operación y objetivos, además del fortalecimiento del componente ambiental. Un segundo hecho clave, es el que ocurrió esta semana en el marco del Día Mundial del Suelo: fue aprobado en general por la Comisión de Agricultura del Senado el proyecto de ley marco de suelos, que busca hacerse cargo de la dispersión normativa en la materia y su relación con el cambio climático, degradación, la contaminación y el ordenamiento territorial siendo preparado con la colaboración de expertos del ámbito público, privado y la academia.

Un suelo sano es un suelo vivo, por eso debemos cuidarlo. Nuestros sistemas silvoagropecuarios tienen una gran influencia en su calidad, actividad y biodiversidad, a la vez que necesitan de él para poder seguir cumpliendo su rol en la seguridad alimentaria de forma sustentable y resiliente.

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