Hace pocos días se dieron a conocer cifras alarmantes en la deserción de niños y niñas de pre kínder y kínder, considerado el más alto en los últimos 10 años; efectivamente estas ascienden a 3.960 casos en el periodo 2021, correspondiendo a un 25% más que en el año 2020 y a un 98% más que en el 2012, de ahí precisamente el impacto, nuestra preocupación y consecuencias que veremos en la presente década.

Al respecto, múltiples factores pueden incidir, siendo fundamental la crisis sanitaria por el coronavirus que nos ha llevado a un prolongado cierre de los establecimientos a fin de extremar cuidados e impedir su propagación. Este escenario, junto con el temor de padres y madres al contagio de sus hijos, actúan como elementos gravitantes en las cifras antes señaladas.

Este primer elemento relativo al cuidado y a la decisión de mantener a los párvulos en espacios seguros, se ve respaldado o legitimado de una u otra forma por la no obligatoriedad de cursar los niveles correspondientes a la educación parvularia. Sería por lo tanto importante resguardar, si la deserción se mantiene una vez que la crisis sanitaria sea contralada y se de apertura de manera responsable a los establecimientos de educación infantil.

En este sentido, se debe relevar el rol fundamental del sistema de educación parvularia, dado que proporcionan las bases de las primeras adquisiciones que forman parte del desarrollo integral del ser humano, la autonomía, el desarrollo socioemocional, el respeto, la convivencia pacífica y responsable, el pensamiento lógico, entre el desarrollo de muchas otras habilidades. Estamos en un período sensible para el desarrollo infantil, no olvidemos que somos sus responsables y resguardemos este espacio educativo.

Dra. Jocelyn Uribe Chamorro
Académica de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales UCEN

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