En un comunicado oficial, la municipalidad aseguró que ya no existen razones técnicas para mantener la orden de inhabitabilidad de las dos torres de departamentos afectadas.

Después de dos años de incertidumbre debido al socavón que afectó al Edificio Miramar de Reñaca, la Dirección de Obras Municipales de Viña del Mar levantó oficialmente la orden de inhabitabilidad que regía sobre las Torres A y B desde enero de 2024.

Esta decisión se adoptó luego de que organismos públicos y privados certificaran la finalización de las obras necesarias para garantizar la habitabilidad estructural del inmueble, a cargo del Ministerio de Obras Públicas.

Según el informe técnico de la DOM, no existen fundamentos normativos que justifiquen mantener la restricción, ya que los riesgos estructurales han sido subsanados.

Entre los antecedentes que respaldan esta medida, se encuentra la certificación emitida por Esval, que confirmó el correcto funcionamiento de la red sanitaria, incluyendo el suministro de agua potable y la descarga de aguas servidas.

Rodrigo Fernández, presidente del comité del Edificio Miramar, expresó su satisfacción por el levantamiento del decreto, pero criticó la falta de comunicación oficial por parte del municipio.

Según indicó, se enteraron de la noticia a través de la prensa y aún no han recibido el documento de forma directa.

Por su parte, Andrés Celis, diputado de Renovación Nacional, subrayó la necesidad de que las obras cumplan con los estándares técnicos requeridos para garantizar un retorno seguro para los vecinos.

Además, Chilquinta informó sobre la continuidad del suministro eléctrico, que fue recientemente restablecido.

Todo ello fue corroborado por una inspección técnica realizada por personal de la DOM el 30 de septiembre, que descartó riesgos estructurales en el edificio.

Se prevé que el primer grupo de residentes pueda volver a ingresar a sus departamentos a partir del próximo 3 de noviembre a un edificio que abrió el debate sobre la gran especulación inmobiliaria que existe en la costa central de Chile, donde se construye sin apenas control, en zonas protegidas de gran impacto medioambiental, como las históricas dunas de Concón, donde están las citadas torres, y a escasos metros de la playa pese al alto riesgo de tsunamis.