Este sábado 19 de septiembre falleció Donald McIntosh Kendall, conocido por su trabajo en Pepsi-Cola y luego en PepsiCo, siendo un personaje clave en el posicionamiento de la bebida gaseosa en Estados Unidos y alrededor del mundo. Según informó su familia, el hombre murió en su casa en Greenwich, Connecticut, a la edad de 99 años.

Kendall se desempeñó como aviador naval durante la Segunda Guerra Mundial. Al terminar la guerra comenzó su carrera comercial en Pepsi-Cola, trabajando en una línea de embotellado y vendiendo bebidas gaseosas a restaurantes de Atlantic City, según recoge The Washington Post.

Como presidente y director ejecutivo de Pepsi-Cola y su empresa sucesora, PepsiCo, Kendall convirtió el negocio en un rival mundial de Coca-Cola. Desde 1963 hasta su jubilación en 1986, llevó a Pepsi a diferentes países de todo el mundo; amplió la cartera de la empresa adquiriendo cadenas de comida rápida como Pizza Hut, Taco Bell y Kentucky Fried Chicken; y ayudó a la empresa en ser pionera para el desarrollo de bebidas dietéticas.

Kendall se convirtió en embajador mundial de las empresas estadounidenses, desarrollando vínculos estrechos con presidentes y dignatarios extranjeros, donando dinero para las campañas presidenciales de Richard Nixon y ayudando a Nixon a desestabilizar el gobierno de Salvador Allende.

Sobre esto último, los antecedentes dan cuenta que en 1970 Kendall se reunió con Nixon en nombre de Agustín Edwards Eastman, propietario de El Mercurio, quien también era dueño de una planta embotelladora de Pepsi en Chile. Allende había sido elegido recientemente y se estaba preparando para asumir el cargo con una agenda socialista, lo que ponía en peligro los intereses comerciales de Edwards.

En una reunión en la Oficina Oval con Nixon, Kendall “transmitió el mensaje de Edwards de que Estados Unidos tenía que intervenir para detener a Allende”, dijo Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación de Chile en el Archivo de Seguridad Nacional con sede en Washington.

En una entrevista telefónica, agregó que las propuestas de Kendall a Nixon impulsaron una reunión entre Edwards y altos funcionarios, como el asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger y el director de la CIA, Richard Helms.

Tras la reunión, el mandatario ordenó a la CIA que impidiera la toma de posesión de Allende o, de no ser posible, derrocar el gobierno, según documentos publicados por el Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

Posteriormente, Kissinger aprobó US$250.000 para la guerra política en Chile, y la CIA finalmente entregó casi US$2 millones a la campaña de Edwards para desestabilizar a Allende, según el libro “Legacy of Ashes: The History of the CIA” (2007) del periodista Tim Weiner.

Lo que sigue es historia conocida. Allende fue derrocado en septiembre de 1973 y murió durante el ataque a La Moneda —se suicidó—, lo que desembocó en una dictadura militar de 17 años.

En 1976 Kendall le dijo a Times que no veía nada controvertido en conectar a Edwards y Nixon y también dijo no ver nada inusual en su trabajo político de manera más amplia. En las entrevistas, argumentó que sus relaciones con los políticos, incluso como donante de Nixon, eran una parte esencial de su trabajo como director ejecutivo.