La jueza Amy Coney Barrett, nominada por el presidente Donald Trump para la Corte Suprema de Estados Unidos, aseguró el martes que su fe católica no pesará en sus decisiones, pero se negó a opinar sobre la sentencia del alto tribunal que legalizó el aborto.

“Los jueces no pueden levantarse una mañana y decir: ‘Tengo una meta en mi vida, amo u odio las armas de fuego, amo u odio el aborto’ e imponer su voluntad como figuras de la realeza”, dijo a los senadores encargados de confirmar su nombramiento.

Sometida a una batería de preguntas después de un primer día dedicado a declaraciones generales, Barrett, de 48 años, admitió tener un arma y seguir las enseñanzas de la Iglesia Católica.

“¿Puede dejar de lado sus creencias religiosas?”, le preguntó el senador republicano Lindsey Graham.

“Sí, lo estoy haciendo como jueza” de la corte federal de apelaciones en Chicago, “y si me confirman, seguiré haciéndolo” en la Corte Suprema, prometió.

“Nuestra fe es importante para nosotros”, continuó, y mencionó a su esposo y sus siete hijos, dos de los cuales son adoptados en Haití y el menor tiene síndrome de Down. “Pero esta es mi elección” y “nunca traté de imponerla” a los demás, aseguró.

“Dogma religioso”

La senadora demócrata Dianne Feinstein le lanzó varias preguntas sobre temas candentes, comenzando por el derecho al aborto, reconocido por la Corte Suprema en 1973 para disgusto de la derecha religiosa.

Pero Feinstein se quedó sin respuesta. “Ya sea que diga que lo quiero o que lo odio, eso enviaría una señal mientras hay recursos pendientes”, explicó la magistrada, antes de rehuir de la misma manera a otros asuntos como las armas de fuego o los derechos de las minorías sexuales.

Feinstein consideró “preocupante no tener una respuesta clara”, pero evitó atacar a la jueza por sus convicciones religiosas, como hiciera tres años atrás durante una comparecencia en el Congreso.

“El dogma religioso vive en ti”, le dijo entonces Feinstein.

Pero en un país donde sólo una cuarta parte de la población es atea o sin religión, el rival de Trump, Joe Biden, había instado a los senadores de su partido a no tocar este campo tan sensible. “Su fe no debe tomarse en consideración”, dijo el lunes el candidato.

“Irresponsable”

El 26 de septiembre, Trump nombró a Barrett para suceder a la jueza progresista Ruth Bader Ginsburg, fallecida ocho días antes.

Ansioso por complacer a la derecha religiosa, prometió obtener su confirmación antes de las elecciones del 3 de noviembre.

Los demócratas le reprochan menospreciar a quienes empezaron a votar por correo y consideran “irresponsable” haber propiciado el proceso de designación en plena pandemia.

No obstante, los demócratas son minoría en el Senado y, salvo una sorpresa, no podrían impedir que Barret ingrese a la Corte. Con ella, la Corte de nueve miembros, tendrá 6 magistrados conservadores y tres liberales.

Impedidos de influir en este asunto, los demócratas parecen decididos a usar la tribuna del Senado para difundir sus mensajes.

Deseosos de poner en debate cuestiones de salud en el país más castigado del mundo por el covid-19, los demócratas se enfocan en la ley conocida como “Obamacare” por la cual el gobierno de Barack Obama aseguró la atención médica de millones de estadounidenses.

Un recurso contra la “Obamacare”, apoyado por el gobierno de Trump, deberá ser discutido en noviembre por la Suprema Corte y los demócratas temen que esa ley sea derribada si Barret participa de la decisión.

“No soy hostil” a esa ley, replicó el martes la magistrada. “Jamas conversé con el presidente o un miembro de ese equipo sobre la forma en que podría pronunciarme sobre ese tema”, aseguró.

Además, aseguró no tener “ningún compromiso” con la Casa Blanca o el Senado sobre la forma en que trataría asuntos sensibles, entre ellos posibles litigios poselectorales.