El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, toma la palabra este miércoles en la convención republicana y va a atacar a Joe Biden, a quien va a acusar de ser un “caballo de Troya de la izquierda radical”, advirtiendo a los votantes que si Donald Trump pierde “no van a estar a salvo”.

“La verdad es que no van a estar a salvo en un Estados Unidos gobernado por Joe Biden”, va a advertir Pence, según los extractos de su discurso difundidos.

Otros republicanos también lanzaron advertencias sobre la seguridad durante la tercera noche de la convención republicana y destacaron a Trump como un defensor de la “ley y el orden”, cuando crece la indignación por un nuevo caso de violencia policial que dejó a un hombre negro con graves secuelas en Wisconsin.

“Desde Seattle y Portland a Washington y Nueva York, las ciudades gobernadas por los demócratas están siendo invadidas por violentas turbas. La violencia está desenfrenada”, advirtió la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem.

Pence va a tomar la palabra desde el Fuerte McHenry en Baltimore, un lugar emblemático en la historia de Estados Unidos, por haber sido la fuente de inspiración para el himno nacional.

“Joe Biden no va a ser otra otra que un caballo de Troya para la izquierda radical”, va a advertir el vicepresidente de 61 años, uno de sus cuadros más leales de Trump, siempre en un discreto segundo plano.

Un “acérrimo” opositor al aborto

El vicepresidente apela a un voto ideologizado sobre la base de creencias religiosas conservadoras y motivado por temas como la oposición al aborto.

Este miércoles, la oposición de Trump al aborto fue destacada por varios ponentes.

“Nadie ha sido un defensor más acérrimo de la vida de los nonatos que el presidente Trump”, dijo Lou Holtz, un popular exjugador de fútbol.

En estos casi cuatro años, Pence ha adoptado el rol de contrapeso frente al drama y la controversia que rodea a Trump. Además, se presenta como una persona de reputación intachable y tendencias religiosas incuestionables.

Pence calmó las aguas en 2016, cuando la candidatura del presidente casi descarrila después de que se conocieran las grabaciones antiguas en las que Trump se vanagloriaba de agarrar a las mujeres “por el coño”.

Frente a la imagen de Trump de magnate y “playboy” con tres matrimonios a cuestas, Pence presenta las credenciales de un hombre pío, que supuestamente se niega a cenar a solas con ninguna mujer que no sea su esposa.

El flanco del coronavirus

El vicepresidente, encargado de la respuesta de la Casa Blanca a la pandemia, toma la palabra en un momento en que hay más de 178.000 muertos por el coronavirus y el manejo de la economía, el principal activo de Trump, descarriló y el desempleo subió sobre el 10%.

El mandatario está por debajo de su rival demócrata, Joe Biden, en las encuestas nacionales y aparece codo a codo en muchos estados claves para llegar a la Casa Blanca, lo que indica una campaña reñida.

Dos tercios de los estadounidenses se declaran descontentos con la gestión del gobierno de la pandemia.

Los demócratas aprovecharán este flanco y el jueves la compañera de fórmula de Biden, la senadora Kamala Harris, va a criticar la estrategia de Trump frente el coronavirus en un discurso desde Washington.

La aparición de la discreta Melania Trump en la convención republicana el martes fue celebrada después de que la primera dama reconociera el dolor que vive el país con la mayor cantidad de fallecidos por el coronavirus, en un discurso sin lustro pero efectivo, con un tono empático, que se desmarcó del estilo abrasivo del encuentro.

Es un mensaje que puede tener especial importancia en un segmento de votantes clave si Trump quiere permanecer en la Casa Blanca: las mujeres.

En la velada inaugural los republicanos habían proyectado una advertencia apocalíptica sobre los riesgos de elegir a Biden, a quien calificaron de “socialista”.

La Casa Blanca no adelantó si Trump tomará la palabra el miércoles, pero sin duda lo hará el jueves con un discurso para aceptar formalmente la nominación, en vivo desde la Casa Blanca, rompiendo la tradición de separar el gobierno y la campaña.