Siempre se ha dicho –y así es- que el teatro es el medio artístico que responde con mayor rapidez a los hechos y transformaciones que ocurren en la sociedad.

“Golpe, una mujer rota” es un claro ejemplo: esta pieza de teatro butoh de Natalia Cuéllar surgió como consecuencia del horror que le produjo la brutal agresión en Coyhaique contra Nabila Rifo.

Una inspiración extrema, pero coherente con la violencia generalizada contra la mujer de la realidad chilena y con la columna vertebral de la compañía que dirige, Ruta de la Memoria (“Xibalbá”, “Cuerpos quebrados”, “Los fragmentos de tu memoria”).

Así como en anteriores trabajos aludió a episodios de mujeres prisioneras políticas de la dictadura, en este unipersonal la creadora e intérprete muestra a la mujer sometida a la violencia física y sicológica en el ámbito doméstico y familiar, cuyo objetivo-resultado es también la negación de la identidad.

De esta manera, la obra tiene como referencia a las mujeres de Chile y de cualquier país del mundo que están o se sienten sometidas por una cultura de la violencia hacia ellas.

Intimidades y omnipresencias

En un ambiente escénico en blanco y negro, íntimo y de encierro, generado por una hábil iluminación, la protagonista va exhibiendo las etapas del proceso de sometimiento.

Un recorrido que se hace más extremo, debido a la técnica corporal del butoh -el rictus de la muerte- que utiliza y maneja con maestría y naturalidad Natalia Cuéllar: cuerpo blanco, ojos y labios enrojecidos, y extremidades violentamente crispadas.

En contraste, la obra incluye una escena inicial que revela la bipolaridad de la cultura de la violencia y el sometimiento, como concepción ideológica que castiga a la mujer que no cumple su rol tradicional.

Entre las sombras, un hombre acaricia un vestido, un zapato y un par de anteojos de sol, en señal de amor y calidez, al compás de la canción “Maldita primavera”.

Luego se sugiere la ruptura y las etapas del calvario de una mujer, cuya incesante e intensa desarticulación es exhibida por la actriz, a través de los espasmos de su cuerpo y del vestido rasgado en su espalda.

Incluye la obra una imagen estremecedora que se proyecta como si estuviera dialogando con la protagonista que, pese a todo, intenta defender su integridad, levantándose una y otra vez como acto de resistencia.

Son 40 minutos de profunda humanidad que transporta al espectador de la ficción a la realidad, en una entrega que casi diluye los puentes de conexión entre ambas percepciones.

Al parecer, una opción escénica para subrayar que la denuncia contra la concepción ideológica de violencia contra la mujer, aún inscrustada en la sociedad, fuera la cosa más urgente de la vida.

Sala Taller Siglo XX Yolanda Hurtado. Ernesto Pinto Lagarrigue 191. Fonos 9 9796 5589 – 9 8735 2298 – 2 2735 5770. Jueves 21.00 horas. Entrada general $ 6.000; estudiantes y tercera edad $ 4.000. Hasta el 18 de Agosto.