La cápsula espacial Starliner, lanzada recién este viernes sin ninguna persona a bordo, volverá a la Tierra en 48 horas, indicó Boeing.

De esta manera, no se acoplará a la Estación Espacial Internacional (ISS) tal como estaba previsto, debido a una anomalía durante su vuelo.

Jim Bridenstine explicó en un serie de tuits que un problema hizo creer a la nave que estaba en buena órbita. No obstante, “la cápsula consumió más combustible de lo previsto para mantener un control preciso. Eso hizo imposible el encuentro con la Estación Espacial”, escribió.

Se trata de un fracaso grave para la reputación de Boeing, ya envuelta en una crisis debido a los accidentes con su modelo de avión 737 MAX, y para la NASA, que cuenta con la compañía para reanudar los vuelos espaciales tripulados desde Estados Unidos el próximo año, junto a la compañía SpaceX.

Joe Raedle | Agence France-Presse
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Estaba previsto que la misión durara ocho días, durante los cuales hará un viaje de ida y vuelta a la Estación Espacial Internacional (ISS). Si el ensayo era exitoso, la NASA podría utilizar esa nave para sus astronautas a partir de 2020, tras nueve años sin enviar a nadie al espacio desde Estados Unidos.

El despegue transcurrió con normalidad y la cápsula se separó sin problemas del cohete Atlas V, un cuarto de hora después del lanzamiento, antes del amanecer en Cabo Cañaveral.

No obstante, la inserción orbital fue “no nominal”, indicaron Boeing y la NASA, lo que significa que la cápsula aún no está en la trayectoria adecuada para llegar a la ISS. Starliner aún no enciende sus motores como estaba previsto para ganar altitud y alcanzar la estación espacial, situada a unos 400 km de la Tierra.

NASA
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Boeing señaló, sin embargo, que la cápsula estaba en una órbita estable. “Starliner tuvo una inserción no nominal. Pero controlamos la nave. El equipo de navegación y de control estudia la siguiente maniobra”, tuiteó la compañía.

La NASA cortó la retransmisión en directo de la misión y prometió que más tarde daría información sobre lo ocurrido.

El Starliner llevaba a bordo un peluche llamado Snoopy y un maniquí bautizado Rosie en honor a “Rosie la remachadora”, el nombre con que se conoce a la imagen de una joven de bíceps inflados, símbolo de la participación de las mujeres en el esfuerzo bélico estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.

Esta prueba del CST-100 Starliner, nombre oficial de la nave construida por Boeing, era determinante para la mancillada reputación del gigante aeroespacial, en medio de una crisis derivada de accidentes aéreos protagonizados por su modelo de avión 737 MAX, pero también para el orgullo nacional estadounidense.

Joe Raedle | Agence France-Presse
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Desde que retiró el Space Shuttle, tras 30 años de servicio, el transporte de astronautas de Estados Unidos a la ISS lo realizan los cohetes rusos Soyuz, dependencia de la que Washington quiere librarse, incluso cuando la cooperación espacial entre los dos países se ha mantenido en excelentes términos a lo largo de los años.

Bajo la presidencia de Barack Obama, la agencia espacial estadounidense otorgó contratos de miles de millones de dólares a Boeing y SpaceX para que desarrollaran cápsulas espaciales fabricadas en Estados Unidos.

Con dos años de retraso, el programa Starliner finalmente se acerca a su objetivo: la habilitación del vehículo solo depende de esta última prueba sin tripulantes.

“Para comienzos del próximo año, estaremos lanzando astronautas estadounidenses sobre cohetes estadounidenses desde suelo estadounidense por primera vez desde la retirada de los transbordadores espaciales allá en 2011”, dijo el jueves el administrador de la NASA, Jim Bridenstine, en el Centro Espacial Kennedy, repitiendo una frase que ha utilizado en oportunidades anteriores.

8.000 millones

La cápsula de SpaceX completó con éxito en marzo una misión similar a la que emprendió este viernes Starliner. La nave de la compañía de Elon Musk, bautizada Crew Dragon, despegó con otro maniquí a bordo, Ripley, se adosó a la ISS y volvió a la Tierra sin inconvenientes.

Los maniquíes que participan de estas pruebas no son solamente muñecos decorativos: están equipados de múltiples sensores para verificar que el viaje será seguro para los tripulantes humanos.

La espera ha sido demasiado larga para el astronauta Chris Ferguson, que comandó en julio de 2011 el último vuelo del programa Space Shuttle y estará al frente del primer vuelo tripulado del Starliner. “Pero aquí estamos, justo en el umbral de estar listos para hacerlo. No una sino dos compañías”, dijo.

Estas cápsulas no son las mismas que se utilizarán en el programa Artemisa, que tiene previsto posar hombres y mujeres en la superficie lunar en 2024. Esos viajes se realizarán con otra cápsula, Orion, diseñada para viajes espaciales más profundos y cuya fabricación está a cargo de la empresa Lockheed Martin.

Joe Raedle | Agence France-Presse
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A diferencia de lo que ocurría antes, la NASA ya no será propietaria de sus vehículos sino que pagará a compañías por el servicio de transporte, un cambio decidido durante el gobierno de Obama para reducir los costos de la agencia.

Las compañías deberán asegurar seis viajes de cuatro astronautas cada una, hasta 2024. A cambio, la NASA pagará en total más de 8.000 millones de dólares.

Bridenstine aludió también a la crisis de confianza que atraviesa Boeing. “Las personas que desarrollan naves espaciales no son las mismas que desarrollan aviones”, dijo.