El 25 de julio, Donald Trump y su colega ucraniano Volodimir Zelenski tenían que hablar de varias cosas. Algunas muy delicadas. Y sepa uno por qué a Trump se le antojó llamarlo por teléfono, fíjese. ¡Por teléfono! Como si no supiera que todas las conversaciones telefónicas pueden ser interceptadas y grabadas.

Y, claro, un exagente del FBI, recontratado secretamente y enchufado en el entorno presidencial, grabó la conversación de ambos presidentes y de inmediato traspasó la grabación a sus espías jefes, los que a su vez se la enviaron a los operadores del Comité Central del Partido Demócrata. Estos copiaron el texto de lo que ambos presidentes se dijeron, y ese resumen lo hicieron llegar al presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Adam Schiff. Y éste, a su vez, hizo una especie de resumen interpretativo de cómo él entendía aquella conversación.

Aquella grabación podría ser demoledora para las esperanzas de Trump de ser reelegido en las elecciones de 2020.