En palabras de Nicanor Parra se podría definir como un hermoso libro-artefacto. Son relatos, imágenes, partituras, mapas, rutas y cantos que Margot Loyola y Osvaldo Cádiz fueron rescatando de sus viajes a Chiloé. Incluso páginas sonoras gracias a un código QR. Toda una maravilla de recopilación para entrar a Chiloé desde la primera letra hasta el más profundo rincón del archipiélago.


Por Marcel Socías Montofré

“A Margot. Fue ella quien guió el timón y el navegar por Chiloé, y que siempre llegó a buen puerto a través de los canales de nuestro mar interior”.

Palabras de agradecimiento y debido homenaje con que Osvaldo Cádiz Valenzuela destaca la prodigiosa labor investigadora y de recopilación folclórica con que Margot Loyola –Premio Nacional de las Artes Musicales– recorrió todo Chile para documentar su danza y canto tradicional.

De norte a sur, igual que Violeta Parra y Gabriela Pizarro, las tres investigadoras esenciales del folclor chileno.

Entre otros grandes méritos destaca el libro por su inteligente desarrollo. Es un relato de viajes, pero también un minucioso manual de instrucciones, dibujos, coreografías, fotografías, audios, partituras, letras de canciones, movimientos de baile y otros aportes para transmitir y educar la cultura chilota.

Precisamente, Cádiz Valenzuela también dedica y ofrece el libro “a todos los maestros de campo, profesores y profesoras de Chile; quienes han mantenido en alto la defensa de lo chileno. Espero que a través de estos escritos lleven en su alma un yoco (plato típico) con la sabiduría de Chiloé”.

Sabio y entretenido el libro. Con capítulos que son andanzas musicales, una profusa y hasta boscosa bibliografía recomendada y un notorio cariño en cada letra de canciones. Por Chiloé, por el Romance de Adela Díaz en Puacura; por Emilia y Enriqueta Ojeda con sus nietos en Puqueldón; por Dolly, la Reina de los Licores Artesanales en Castro y un Chiloé cercano, entre vecinos, a la vuelta de cada página.

Por ejemplo, el Curel-Curel, con nombres de aves como el tordo, la gallina, el chucao y el gallinazo. También el Corre Zapato, La Llave, El Cedazo y el Cachirulo. Muchos de ellos agitando las palmas mientras se disfruta la danza y el juego.

Así, la prolijidad del libro como mapa humano de Chiloé se enriquece incluso en los detalles, como en Capítulo VIII, con “Algo sobre Vestuario”. “Netamente utilitario”, explica Cádiz Valenzuela, con verde oscuro y verde claro, lana de colores, el pantalón dentro de las medias, las chombas de lana, la lana teñida con vegetales, el cuello tipo bebé y la manga larga de un paisaje que también abriga.

De igual manera abundan los ejemplos de danzas y cantos que se describen minuciosamente, con dibujos explicando cada detalle, rescatando lo narrado y luego sistematizando ese conocimiento con el que “sólo pretendemos dar ejemplos para que sirvan a las propuestas artísticas que de ellos hagan profesores, folkloristas y estudiosos”, comenta Cádiz Valenzuela.

Por cierto, también un registro fotográfico, casi íntimo, con especial cariño en el Capítulo V, “De nuestros recuerdos”, con la imagen de Margot cruzando el Estero de San Juan; con Sara Ulloa en su telar; con una vecina de Calbuco en las fiestas de Las Luminarias; con Chiloé en sepia, de memoria cóncava y convexa en el sur profundo.

¿Qué más decir? Nada. Mejor leer y escuchar. Escuchar cómo canta y cantaba doña Elcira Calbullanca, la “Chira”, vecina de don Pedro Villegas, que en voz baja cantaba con acordeón de botones “…no tengo nada, pero con mis perros soy feliz (…) crezco gallinitas para vivir, soy una chilota firme, brava. La vida me ha puesto el corazón de espino…”.

De esa y otra gente linda cuentan las andanzas de Margot y Osvaldo. De esas vidas que cantan, emocionan, embrujan, seducen y siempre cuentan y encantan.

Un libro que no es tan sólo para leer. También para usar. Aunque parezca magia. Se sabe. Es Chiloé.

Portada de Nuestras andanzas por Chiloé
Trébol Ediciones

“Nuestras andanzas por Chiloé”

Margot Loyola Palacios y Osvaldo Cádiz Valenzuela
Trébol Ediciones.