Todo indica que no es buen momento para cambiar el monumento, pero que tampoco ese es el lugar adecuado para el General Baquedano, porque función y simbolismo no calzan.

Desde hace unas semanas se viene planteando el tema de cambiarle el nombre a la Plaza Baquedano y de trasladar el monumento al general, clave en el triunfo de Chile en la Guerra del Pacífico, punto alto de su extenso historial.

Por otro lado, la semana pasada el Consejo de Monumentos Nacionales decidió mantener el monumento en su actual ubicación, tomando ciertos medidas en función de resguardar su integridad.

¿Es el momento?

Esta pareciera ser la primera pregunta: ¿Es el momento de discutir si la ubicación del monumento al General Manuel Baquedano es la adecuada o no?

Todo indica que discusiones y decisiones de este tipo, tan importantes en la imagen, memoria y simbolismos de una ciudad, debieran hacerse cuando los ánimos y los espíritus estén calmados. Cuando los protagonistas no son “barras bravas”, “hinchas acalorados”, sino ciudadanos que discuten y argumentan de buena fe buscando el bien común.

¿Un gesto político?

Una situación distinta sería si el gobierno hubiese decidido sacarla queriendo dar una señal política que invitara a la unión, asumiendo que es muy riesgoso hacerlo en las actuales circunstancias. Esta opción, claramente no la tomó.

La respuesta del CMN de mantener el monumento en su lugar, aparentemente, no abordó temas de fondo, o al menos no trascendieron.

El lugar del General Baquedano

La Plaza Baquedano, antes del llamado “Estallido Social”, era mayoritariamente conocida como “Plaza Italia”. Esto a pesar de que la estación de Metro tiene el nombre del general. El General Baquedano no está en la memoria de las personas, no les hace sentido.

Desde el “Estallido Social” ese lugar es, para muchos (más de los que la defienden como Plaza Baquedano), “Plaza de la Dignidad”.

Mantener al General Baquedano en ese lugar no cuadra con el sentir y lo que ha pasado hace decenios en ese lugar. Este es un espacio que ha tomado un carácter ciudadano sin importar el Monumento a Baquedano, ni los otros que hay (Balmaceda, Manuel Rodríguez, Fuente Alemana) en el sector. De hecho, el nombre de “Plaza Italia”con el que se conocía mayoritariamente ese lugar proviene del más recatado de todos los monumentos que hay en el sector, el donado por la colonia italiana residente en el país.

@renzovaccarezza
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Una ciudad viva

Cuando se instaló el monumento de Manuel Baquedano (realizado por el gran escultor chileno Virgilio Arias) en la llamada Plaza Italia, Santiago era otra. La “ciudad” de Vicuña Mackenna llegaba hasta ahí, era el límite (parte del cordón de hierro, con las líneas férreas que pasaban por el actual parque Bustamante, al sur de Franklin, con los trenes que llegaban a la Estación Mapocho y que se conectaban con la Estación Mapocho y que se continuaba con el límite que representaba el río Mapocho) que la separaba la ciudad consolidada de las marginalidades pobres o de los nuevos barrios residenciales pudientes que adoptaban la idea de “ciudad jardín”.

En 1927, el Monumento a Baquedano presidía una “puerta” a la ciudad. “Puerta” como lo eran el frente de la Estación Central o de la Estación Mapocho (con el Monumento a los Héroes de Iquique). Era un lugar de segundo o tercer orden, frente a la Plaza de Armas, las plazas frente al Palacio de La Moneda, el Cerro Santa Lucía, la Alameda de las Delicias o el reciente Parque Forestal, por mencionar algunos.

Pero con el crecimiento y evolución de Santiago, ese lugar, de ser un borde, una puerta, pasó a ser el “corazón” de la capital y de Chile, a ser el lugar predilecto para las grandes manifestaciones populares, como las que se producen después de triunfos deportivos y políticos, por mencionar algunas.

Nuevo rol

Hace mucho tiempo que el General Baquedano no calza con los usos y cargas vivenciales y simbólicas de ese lugar. Este tema no es un tema nuevo, sólo que el “Estallido Social” lo ha vuelto a reflotar.

En estas circunstancias, ¿qué se puede hacer?

Lo primero es generar condiciones adecuadas para una discusión amplia, abierta, que busque no imponer, sino llegar a soluciones que le hagan sentido a una gran mayoría.

De dejarse el Monumento donde está, sería necesario hacer una gran campaña que le devuelva el significado a éste, y que le haga sentido a una gran mayoría de personas. Una tarea difícil, con pocas posibilidades de éxito.

Foto de José Francisco Zúniga,  Agencia UNO (c)
Foto de José Francisco Zúniga, Agencia UNO (c)

Lo más lógico, sería buscarle un lugar al General Baquedano donde esté cómodo, donde lugar y monumento se complementen en función y significado (A menos que queramos que siga siendo un pedestal para manifestantes). Una búsqueda para devolverle la dignidad a la escultura y al monumento.

Y en el lugar de Baquedano buscar un personaje o un concepto que calcen con su carácter de “corazón”.

Ideas puede haber muchas (como poner un gran monumento a Gabriela Mistral o a grandes chilenas), pero deben surgir y materializarse en procesos que reflejen el espíritu del Chile que queremos: participativo, inclusivo, diverso, democrático.

Espero que llegue el momento en que se pueda realizar un proceso que realmente pueda concluir con un lugar que acoja lo que ahí pasa, que represente el corazón (de las manifestaciones)

del país, y le de un lugar adecuado a la escultura de Virginio Arias y al General Baquedano

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