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BBCL | Especial Festival de Cannes 2016


Poeta en fuga: las claves del aplaudido ‘Neruda’ de Pablo Larrain

Archivo | Matías Delacroix | Agencia Uno
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El sexto largometraje del director Pablo Larraín es una aproximación provocativa y muy bien realizada a un episodio fundamental de la vida del premio Nobel Pablo Neruda. El viaje del poeta al exilio, en 1949, tras la persecución del gobierno de González Videla, es la base sobre la cual Larraín derriba mitos y cuestiona dogmas, delinea una áspera geografía social de Chile y explora cómo esa fuga novelesca moldeó la imagen definitiva que tenemos del autor de ‘Canto general’.

Partamos por lo más visible. Neruda es la película más ambiciosa de Pablo Larraín, la de producción mas exigente, y la más compleja y lograda, a nivel narrativo y de emociones involucradas, que ha dirigido.

Ambiciosa porque su protagonista es un gran tótem chileno y mundial, un poeta universal que a menudo vemos como una estatua distante de voz grave y solemne, y que apenas podemos imaginar como un ser humano vivo. Y ese es el primer triunfo de la cinta. Porque en una interpretación concentrada y muy personal, Luis Gnecco entrega un Neruda mucho más libre de lo esperado, más cercano y carnal de lo imaginado, y con un claro sentido de su dimensión de personaje artístico relevante.

Bajo la dirección cuidadosa de Larraín, Gnecco revela además al Neruda seductor que enamora a mucha gente a su paso, que inflama multitudes con sus versos, que disfruta la compañía de las putas y que vive una relación no exenta de tensiones con la artista Delia del Carril, la Hormiguita (la actriz argentina Mercedes Borán).

Ambición hay también en el deseo de Larraín de dibujar, en torno a Neruda, la geografía social completa de Chile. Si en su ‘trilogía del golpe’ (‘Tony Manero’, ‘Post mortem’ y ‘No’) el cineasta recreó tres momentos clave de la historia reciente de nuestro país, ahora, enfocado en otro momento preciso de nuestro pasado -la fuga de Neruda hacia Argentina y luego a Francia en 1949, tras la persecución del gobierno anticomunista de González Videla- elabora un retrato completo de las clases sociales chilenos, de sus interrelaciones y de los poderes que las regulan.

Oligarcas, políticos, burgueses, latifundistas, militares, policías, trabajadores, jóvenes comprometidos con el comunismo, pobres diablos, campesinos y mapuche (con gran casting de actores y actrices nacionales) pueblan la pantalla en este relato que arranca con una escena en que el senador Neruda (Luis Gnecco), orina en el baño del Congreso mientras discute con la bancada de representantes de derecha (encabezada por un vehemente Héctor Noguera). El debate, azuzado por el comienzo de la Guerra Fría, se prolonga en forma más privada en una secuencia formidable, en que Neruda intercambia puntos de vista con el presidente del Senado, Arturo Alessandri (encarnado de manera sensacional por Jaime Vadell).

Pero al senador comunista Neruda se le mueve el piso, y tras su celebre alegato de enero de 1948 en el Congreso, el presidente González Videla (Alfredo Castro) llama al prefecto de investigaciones Oscar Peluchonneau (Gael García Bernal, magnifico en el rol) para que lo busque y arreste.

Relato en off

Justamente, va a ser el relato en off del oscuro Peluchonneau el que va a guiar el filme, como una conciencia de inclaudicable anticomunismo y mal escondido resentimiento que habla desde la marginalidad social y existencial.

La voz de Peluchonneau (como salida de una película de cine negro, con ese particular cinismo) pone la distancia entre el espectador y Neruda, y resuena como un chirrido filoso que incomoda al espectador. Es la voz de alguien que busca su identidad, y la tarea de perseguir al poeta le da la oportunidad perfecta para darle un sentido a su trabajo y a su vida.
Desde los salones señoriales hasta las soledades nevadas del sur cordillerano, el sólido guión del dramaturgo Guillermo Calderón es la base sobre la que se levanta firme la propuesta visual y narrativa de Larrain. Las voces se entrelazan de manera brillante y forman un tejido que construye la complejidad de la película. A medida que avanza el filme, las voces de Neruda y Peluchonneau establecen un dialogo muy particular, en el que amabas se necesitan y, en cierta forma, se complementan.

Por ese mismo mecanismo de cruzadas subjetividades que se disputan el protagonismo, Neruda esta lejos de ser una película biográfica. Nada hay aquí que se quiera escribir en piedra; al contrario, la llamativa provocación del filme pasa justamente por humanizar y sembrar contradicciones, por develar certezas e inseguridades.

Calderon y Larrain le pierden el respeto al Neruda solemne (va a haber mucho debate sobre la forma en que el poeta es retratado en pantalla) pero dejan siempre brillar su poesía. Los versos de Canto general vibran en la película y dejan patente el por que esas palabras, tan bellamente encadenadas, siguen inspirando a muchos en todo el mundo.

Si las palabras inspiran y construyen realidad, en Neruda también forjan destinos. El de Peluchonneau esta basado en ilusorias construcciones pasadas y en elaboraciones fantasiosas del porvenir. Neruda, perseguido, revierte la situación ‘envolviendo’ a policía en sus versos, en el mundo que edifican sus textos proverbiales y en los de otros libros que disemina por el camino, como engañoso hilo de Ariadna.

Es una gran idea, expresada por Larraín de manera arriesgada, de enorme belleza y en plena forma autoral en el tramo final de la cinta, que sin duda apuntalará al filme en la exitosa carrera internacional que comenzó a perfilarse hoy con el aplaudido estreno en la Quincena de Realizadores de Cannes.

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