Chicas, les escribo desde la clandestinidad… debo entregarles un mensaje urgente antes de que mi género se de cuenta y vengan por mí. Escuchen (o lean) con atención: hay una confabulación contra ustedes. Una que se ha forjado durante decenas, cientos o quizá miles de años. Una que sólo sus esfuerzos de las últimas décadas ha logrado resquebrajar, pero que nos ha forzado a los hombres a recurrir a métodos más sutiles para perpetuarla.

No sé cuánto tiempo me quede, así que seré breve. Este martes 8 de marzo, cuando se celebre el día de la mujer, acepten con su mejor sonrisa los chocolates, las flores y el concierto de Los Vásquez. Sí, bonito detalle… pero recuerden que este día no se trata de eso.

Se trata de ustedes.

Y existen 7 cosas que jamás deben olvidar…

1) Son el sexo débil

Es increíble que los hombres hayamos logrado acuñar en su inconsciente el que ustedes son el sexo débil. Sí, puede que nosotros tengamos más masa muscular (200 mil años de cacerías en la sabana no pasan en vano… aunque hay que ver como 5 años tomando cerveza echados en el sofá pueden anularlos), pero de ahí a que ustedes sean “débiles”

Veamos, ¿quiénes son las que soportan estoicamente los 9 meses de cambios durante el embarazo para terminar con los dolores del parto, mientras nosotros berreamos en el suelo porque nos llegó un pelotazo en los testículos? ¿Quienes son las que, en promedio, viven más tiempo? En Chile, ustedes, con 83 años versus 77 de nosotros, según cifras de la OMS.

Eso explicado parcialmente por nuestro superávit de testosterona, responsable de que seamos tan machos como para batirnos a combos después de la escuela, armar guerras, violarlas o lanzarnos en barriles por las cataratas del Niágara.

Pero la mejor prueba de que ustedes son el sexo fuerte, es ante un embarazo no deseado. ¿Quienes son las que -en la gran mayoría de los casos- aperran a todo evento, sin importar su edad, condición socioeconómica, riesgos de salud, o la reacción de sus familias? Eso mientras un buen número de los hombres -no todos, seamos justos- nos desaparecemos hasta que nos llega la cobranza de la pensión alimenticia… cuando volvemos a desaparecernos hasta que nos encuentra la PDI.

Mientras el hombre, gran proveedor, llega a casa cansado del trabajo y no acepta que se objete su derecho a mirar televisión y empinarse una cerveza; ustedes llegan para seguir haciendo cosas en casa, ayudar a los niños con las tareas y preparar el día siguiente.

¿Quién es realmente el sexo débil?

Monica | Flickr (CC)

Monica | Flickr (CC)

2) La mujer que disfruta el sexo es una puta

Si hay algo que me irrita particularmente, es aquella hipocresía de que mientras el hombre mujeriego es visto como galán, un campeón, el que “la hizo”, toda una especie de James Bond criollo (mezclado, no revuelto); la mujer que decide tener sexo con más de un hombre es instantáneamente catalogada como puta.

Y lo que es aún peor, incluso por sus congéneres.

Chicas, acaben con esto ya. Si quieren tener sexo con un hombre diferente cada día, genial (pero usen protección); si prefieren esperar en la tibieza de la virginidad hasta que llegue su príncipe azul a buscarlas, excelente. No dejen que nadie les diga o califique cómo deben actuar.

Eso sí, soy un convencido de que el mejor sexo se obtiene con una pareja con la que tenemos confianza y de preferencia, a quien amamos. Esto porque no sólo nos satisfacerá física, sino también emocionalmente (…aunque mientras tanto, no está de más tener algo de práctica).

Cinder Bella | Flickr (CC)

Cinder Bella | Flickr (CC)

Exijan de sus hombres buen sexo. Y por buen sexo no me refiero a que el sujeto tenga una longitud equina y su eyaculación se mida en litros, como publicitan los sitios pornográficos (que por cierto, son grandiosos para visitar en pareja y aprender algunos trucos nuevos). El buen sexo es el que ambos disfrutan en plenitud, sea desde la tranquilidad de un motel, mediante el juego previo, las caricias o la violencia simulada, y mi parte favorita: la unión que se experimenta espiritualmente después del orgasmo. Aquella que, aún entrelazados bajo las sábanas, da lugar a las conversaciones más trascendentales de una pareja.

(Y si ambos disfrutan atarse y ponerse trajes de látex… mmm… ¿por qué no?)

Así que señorita o señora, si su Neanderthal insiste en lanzarla sobre la cama, abrirle las piernas y sufrir espasmos por 10 minutos antes de acabar y darse vuelta a dormir (o peor, recordar que justo debía ir por unos medicamentos para su madre a la farmacia de turno), sugiérale que vaya a un sex shop y se compre una vagina de silicona. Se ahorrarán trámites.

Ah, y si el tipejo se pone suspicaz de que usted disfrute tanto del sexo o comienza a preguntarle si usted era la regalona del equipo de Rugby de la universidad, pierda toda esperanza. Abandónelo, reemplácelo, cámbielo de inmediato. Mándelo a

Él nunca sabra lo que se pierde: la delicia de tener el favor de una mujer desinhibida.

3) Detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer

Pero qué gran frase. Quien la inventó tenía el mismo genio de Goebbels durante el régimen Nazi. En primera instancia nos hace creer que la mujer es la responsable de la grandeza de un hombre, ¿verdad? Pero claro, poniéndola en su lugar: detrás de él.

La verdad es que sí. En la formación (y mantención) de un buen hombre tiene mucha responsabilidad su mujer, pero esto es una interacción de pareja. Un gran hombre también ayuda a que su amada desarrolle al máximo su potencial. Nadie está delante ni detrás: van juntos.

Para muchos hombres, este concepto de superioridad está tan marcado que llegan a ofenderse si su pareja los supera o siquiera se destaca en algún plano. ¿Ella gana más que tú? ¿Y cuál es el problema?, ¿Es una profesional reconocida con un buen cargo o una integrante querida en su comunidad? Alégrate. Puede que te inspire a remontar alturas.

Chicas, nunca se crean eso de que deben estar “detrás” de su hombre para ser buenas parejas. Ambos deben estar espalda contra espalda, luchando contra el mundo y protegiéndose los flancos.

Michelle Obama negándose a llevar velo en Arabia Saudita | ABC

Michelle Obama negándose a llevar velo en Arabia Saudita | ABC

4) La mujer debe ser femenina

Probablemente la única sentencia con la que estoy de acuerdo. Durante los tumultuosos años de la revolución femenina en los años 60, surgió la idea de que para equipararse con nosotros, la mujer debía ser como nosotros. Claro, tener los mismos derechos y oportunidades, pero no imitar lo peor de lo nuestro.

The Aura | Flickr (CC)

The Aura | Flickr (CC)

Una mujer no se empodera sólo por usar el pelo corto, estrangularse los pechos para reducirlos o ponerse pantalones. Menos aún por malhablar (¿tanto te importa la weá conchetumare?) o embriagarse en la calle, vicios que son despreciables por igual en ambos géneros.

Hombres y mujeres somos evidentemente distintos y la misión no es eliminar estas diferencias, sino equipararlas y complementarlas. En mi equipo de periodistas he aprendido a admirar la capacidad de las mujeres para cuidar su apariencia, conversar y trabajar al mismo tiempo, o a dar puntos de vista alternativos que a los hombres jamás se nos habrían ocurrido.

Más aún, durante los últimos años me he preocupado de explorar, aceptar (y disfrutar) mi propio lado femenino. Sí, me gustan los tecitos con sabor, los ambientes que huelen bien, la casa limpia, la cama estirada, los cojines mullidos y lloro con las películas emotivas.

Ah, y adoro a mi gato al punto de cepillarlo.

¿Esto me hace gay? No, aunque de ser así no tendría problema en aceptarlo. Nada personal, chicos. Es sólo que las mujeres ofrecen demasiados atractivos como para querer pasarme al otro lado…

5) La mujer presta el cuerpo (aka, fábricas de hijos)

Qué indiginación me provocó escuchar a una propia mujer, la senadora Ena Von Baer, asegurar que la mujer “sólo presta el cuerpo” en relación al embarazo. ¿Puede haber una forma más espuria de degradar a su género que tratarlas como meras fábricas de hijos?

Existen muchos mitos en torno a la maternidad respaldados por hombres y mujeres. Que la mujer está incompleta si no llega a ser madre. Que no se puede ser una buena madre y trabajadora a la vez. Que la maternidad es el proceso más maravilloso que puede ocurrirle a una mujer y está, socialmente forzada, a alabarlo y destacarlo públicamente.

Pero no es así.

Cuando conversas con mujeres que han tenido hijos, sí, algunas disfrutaron plenamente su embarazo, mientras para otras fue un calvario (y ninguno de los casos implica necesariamente en que vayan a ser buenas o malas madres). Algunas mujeres no desean tener hijos y esto no las hace aberrantes. Otras complementan su rol de madres y profesionales de forma brillante… y digámoslo, incluso mejor que otras abocadas (u obsesionada) con la maternidad a tiempo completo.

Por lo mismo soy partidario del derecho pleno de la mujer a decidir sobre su cuerpo frente a un embarazo (que no es lo mismo que ser partidario del aborto, como si uno lo promoviera). Y no sólo por las 3 causales, sino por la que la mujer esgrima para no seguir adelante con un proceso que ocupa y altera su cuerpo durante 9 meses de una forma que no desea.

Alabo a las mujeres que toman la decisión de seguir adelante con un embarazo tras haber sido abusadas o saber que sus hijos tendrán serias malformaciones; pero también respeto a las que prefieren interrumpir un embarazo por razones que sólo ella puede determinar en su fuero interno. Ambas decisiones requieren valentía.

Y para los hombres que alegan tanto contra este derecho, me uno a aquella frase de que si fuéramos nosotros los que gestáramos, el aborto ya estaría legalizado y se realizaría gratuitamente en cualquier centro de salud.

Tatiana VDB | Flickr (CC)

Tatiana VDB | Flickr (CC)

6) Las mujeres son taaaaaaaaan complicadas

Otro concepto que a los hombres nos encanta repetir hasta el punto de que muchas mujeres se lo han creído. Ustedes son las raras, las incomprensibles, las veleidosas. Nosotros, pobres y martirizados hombres, tenemos que soportarlas.

A las mujeres no hay que entenderlas, sólo quererlas, decía Oscar Wilde.

Y es verdad, nos cuesta comprenderlas mensualmente, cuando ustedes son un caldo de hormonas. Tampoco reconocemos las sutilezas de sus gestos, de sus procesos emotivos, o sin ir más lejos, de la forma integral con que suelen ver la vida.

Pero si ustedes son ‘complejas‘ es sólo porque nosotros somos ‘simplones‘. Para nosotros existen sólo 16 colores (ver la paleta de Windows 3.1), nos cuesta seguir una conversación de más de 20 minutos, sólo recordamos los principales puntos de una historia (allí donde ustedes tienen una memoria cronológica) y sobre todo, si estamos haciendo una cosa, no podemos responder, pensar ni hacer otra a la vez. Apenas, respirar.

Para ustedes, el significado de “nada” depende del tono, volumen y contexto de la voz. Para nosotros, “nada”… es nada.

¿Y no deberíamos alegrarnos de que ustedes sean así de ‘complicadas’? Contrario al mito, durante mi vida han sido mis parejas quienes me han ayudado a ordenar mis finanzas (el peligroso con la tarjeta de crédito soy yo). Sólo las mujeres de mi oficina me agradecen que haya hecho algo por el grupo. Son ellas quienes recuerdan los cumpleaños y reconocen la importancia de celebrarlos, aunque sea deteniéndose unos minutos.

¿Y acaso los hombres no somos también complicados? Anda a entender a un fulano a quien se le amarga la semana… porque perdió su equipo de fútbol.

Ding Yuin Shan | Flickr (CC)

Ding Yuin Shan | Flickr (CC)

7) Mujeres: rompan el esquema

Si hay algo en lo que ustedes tienen la culpa, es que son las mujeres las que crían machistas. No malcríe a su cabro chico: déjelo que él ordene y limpie su pieza; que lave la loza o su ropa, que aprenda a cocinar, que haga su cama. Habrá una futura mujer que le prenderá velas en agradecimiento.

Intel Free Press | Flickr (CC)

Intel Free Press | Flickr (CC)

Pero más allá de eso, rompa los esquemas con sus hijas. A ellas que desde pequeñas les enseñamos a comportarse “como señoritas”, que su color es el rosa inmaculado, que juegan con muñecas y que adoran a las princesas Disney, las cuales siempre están en espera del príncipe soñado. Por el contrario, dejamos que los niños se revuelquen como cerdos en el barro, puedan elegir cualquier color del espectro (mientras no sea el rosado porque eso es de maracos) y jueguen con figuras de acción donde ellos son los héroes o deben construir cosas.

Desde hace años se han formado en distintas partes del mundo organizaciones que se percataron de que, si suelen haber pocas mujeres en profesiones científicas o matemáticas, no es porque no sean aptas para ello, sino porque ni en sus casas ni en el colegio se les inculcó el interés (en la asignatura de Técnicas Manuales nosotros hacíamos trabajos de carpintería y electricidad, mientras mis compañeras bordaban o tejían).

¿Qué tal si en vez de aquella Barbie o de la última princesa Disney, le compra a su hija un set de bloques para armar? ¿O un mecano? ¿O un telescopio? ¿O un kit de ciencia para niños? Quizá su hija sea la próxima Hipatia, Marie Curie, Ada Lovelace, Amelia Earhart, la descubridora de la cura contra el cáncer o de una nueva teoría sobre la formación del universo.

Esperen… escucho un sonido en la puerta. ¡Me han localizado! Ya están aquí. ¡No! ¡Déjenme! ¡Suéltenme! ¿Qué me van a hacer?

Yo, Tarzán. Tú, Jane. Ahora yo tirarte sobre la cama…

Christian F. Leal Reyes | Facebook
Periodista
Director de BioBioChile