El cine nacional llega a Cannes de la mano de Chile Factory

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Cuatro jóvenes cineastas chilenos, asociados a otros cuatro de otras partes del mundo, presentaron este jueves en Cannes el resultado de sus trabajos a cuatro manos, una experiencia que el Festival promueve como si de una escuela de cine se tratara.

La Chile Factory ha producido cuatro cortos – “Marea de Tierra”, “Necesito saber”, “El planeta paciencia” y “La discoteca”, en la tercera edición de este experimento, tras Taipei Factory (2013) y Nordic Factory (2014), en un intento de abrir puertas a los jóvenes en la industria cinematográfica mundial.

Los jóvenes, seleccionados a finales del pasado año, tuvieron su primer contacto en noviembre por Skype. Desde entonces, en dos meses tuvieron que escribir juntos el guión de un corto de 12 a 15 minutos.

En febrero, durante un mes en Chile, cada pareja rodó y finalizó su corto y los cuatro han sido presentados este jueves en el marco de la Quincena de Realizadores de Cannes.

Las parejas han tenido que aunar intereses, limar diferencias culturales y percepciones de los diferentes temas tratados para conseguir un resultado aceptable para todos.

La joven realizadora japonesa Mariko Saga no se sentía muy cómoda con la idea de tratar el tema del abuso infantil, de plena actualidad, propuesto por su compañero de binomio chileno Matías Rojas Valencia. “Era irresponsable de mi parte viviendo en el exterior” hablar sobre ello, confesó en la presentación.

Pero resolvieron las diferencias centrándose en la doctora que practica un aborto a una niña de doce años que llega sola a su consulta desde un lugar aislado en medio de una naturaleza exuberante, donde vive con sus padres y dos hermanos. Alguno de los tres hombres de la casa tiene que ser el autor de los abusos.

En Chiloé, donde se rodó “Marea de Tierra”, Manuela Martelli y Amirah Tajdin cuentan el viaje íntimo de Laura, una joven de Santiago que acaba de romper con su pareja, para encontrarse reflejada en una indígena que se gana la vida recogiendo algas.

Ignacio Rodríguez y la iranofrancesa Sara Rastegar concluyeron que Chile e Irán comparten dictaduras, exilios y meteoritos. En “El llano de la paciencia” dos viejos amigos se encuentran 40 años después para buscar un tesoro que habían enterrado en el Desierto de Atacama.

“En el montaje nos dimos cuenta de que el guión no funcionaba”, reconoció Rodríguez, pero la amistad de los dos y el hecho de que uno de los actores estaba perdiendo la memoria y la prisa por terminarlo, les hizo introducir cambios dando como resultado un delicioso cuento cómico lleno de complicidad y locura.

Teresita Ugarte y el israeloalemán Ofir Raúl Graizer no tenían fácil cómo plasmar la idea de este último de hacer algo sobre la dictadura chilena.

Pero a través de mensajes subliminales consiguieron en “La discoteca” recuperar la memoria histórica a través de un hombre que pasa una noche en un club de striptease. La música, el cuerpo y el alcohol van a revelar poco a poco su verdadera naturaleza, como cuando durante la dictadura se utilizaban estos lugares para que los gritos de las víctimas quedaran ahogados por la música.

Los ocho jóvenes -entre 23 y 34 años- habían hecho cortos, pero esperan que esta experiencia, además de permitirles “salir de su egocentrismo en la forma de trabajar”, según confesaron a la AFP, les abra puertas.

Todos tienen proyectos de hacer un largometraje, pero se encuentran con el muro de la financiación. “Cada vez hay más cineastas pero menos dinero”, reconoce Grazier, el más veterano de todos, que lleva seis años trabajando en un proyecto.

El Festival de Cannes les está poniendo en contacto con representes de la industria de todo el mundo -productores, distribuidores, representantes del festival, directores comerciales internacionales- para dar un impulso a sus carreras y hacer realidad sus proyectos.

“El hecho de que nuestro trabajo tiene el sello de Cannes sin duda nos va a ayudar”, confía Grazier.

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Cuatro jóvenes cineastas chilenos, asociados a otros cuatro de otras partes del mundo, presentaron este jueves en Cannes el resultado de sus trabajos a cuatro manos, una experiencia que el Festival promueve como si de una escuela de cine se tratara.

La Chile Factory ha producido cuatro cortos – “Marea de Tierra”, “Necesito saber”, “El planeta paciencia” y “La discoteca”, en la tercera edición de este experimento, tras Taipei Factory (2013) y Nordic Factory (2014), en un intento de abrir puertas a los jóvenes en la industria cinematográfica mundial.

Los jóvenes, seleccionados a finales del pasado año, tuvieron su primer contacto en noviembre por Skype. Desde entonces, en dos meses tuvieron que escribir juntos el guión de un corto de 12 a 15 minutos.

En febrero, durante un mes en Chile, cada pareja rodó y finalizó su corto y los cuatro han sido presentados este jueves en el marco de la Quincena de Realizadores de Cannes.

Las parejas han tenido que aunar intereses, limar diferencias culturales y percepciones de los diferentes temas tratados para conseguir un resultado aceptable para todos.

La joven realizadora japonesa Mariko Saga no se sentía muy cómoda con la idea de tratar el tema del abuso infantil, de plena actualidad, propuesto por su compañero de binomio chileno Matías Rojas Valencia. “Era irresponsable de mi parte viviendo en el exterior” hablar sobre ello, confesó en la presentación.

Pero resolvieron las diferencias centrándose en la doctora que practica un aborto a una niña de doce años que llega sola a su consulta desde un lugar aislado en medio de una naturaleza exuberante, donde vive con sus padres y dos hermanos. Alguno de los tres hombres de la casa tiene que ser el autor de los abusos.

En Chiloé, donde se rodó “Marea de Tierra”, Manuela Martelli y Amirah Tajdin cuentan el viaje íntimo de Laura, una joven de Santiago que acaba de romper con su pareja, para encontrarse reflejada en una indígena que se gana la vida recogiendo algas.

Ignacio Rodríguez y la iranofrancesa Sara Rastegar concluyeron que Chile e Irán comparten dictaduras, exilios y meteoritos. En “El llano de la paciencia” dos viejos amigos se encuentran 40 años después para buscar un tesoro que habían enterrado en el Desierto de Atacama.

“En el montaje nos dimos cuenta de que el guión no funcionaba”, reconoció Rodríguez, pero la amistad de los dos y el hecho de que uno de los actores estaba perdiendo la memoria y la prisa por terminarlo, les hizo introducir cambios dando como resultado un delicioso cuento cómico lleno de complicidad y locura.

Teresita Ugarte y el israeloalemán Ofir Raúl Graizer no tenían fácil cómo plasmar la idea de este último de hacer algo sobre la dictadura chilena.

Pero a través de mensajes subliminales consiguieron en “La discoteca” recuperar la memoria histórica a través de un hombre que pasa una noche en un club de striptease. La música, el cuerpo y el alcohol van a revelar poco a poco su verdadera naturaleza, como cuando durante la dictadura se utilizaban estos lugares para que los gritos de las víctimas quedaran ahogados por la música.

Los ocho jóvenes -entre 23 y 34 años- habían hecho cortos, pero esperan que esta experiencia, además de permitirles “salir de su egocentrismo en la forma de trabajar”, según confesaron a la AFP, les abra puertas.

Todos tienen proyectos de hacer un largometraje, pero se encuentran con el muro de la financiación. “Cada vez hay más cineastas pero menos dinero”, reconoce Grazier, el más veterano de todos, que lleva seis años trabajando en un proyecto.

El Festival de Cannes les está poniendo en contacto con representes de la industria de todo el mundo -productores, distribuidores, representantes del festival, directores comerciales internacionales- para dar un impulso a sus carreras y hacer realidad sus proyectos.

“El hecho de que nuestro trabajo tiene el sello de Cannes sin duda nos va a ayudar”, confía Grazier.