Al menos 33 personas murieron y más de 100 resultaron heridas este sábado en un atentado suicida frente a un banco en Jalalabad, en el este de Afganistán, cerca de la frontera paquistaní.

La explosión tuvo lugar delante de la sucursal local del Kabul Bank, la principal banca privada del país, donde los funcionarios se disponían a cobrar sus sueldos, informaron las autoridades de la provincia de Nangarhar, cuya capital es Jalalabad.

“Treinta y tres cuerpos y más de 100 heridos fueron llevados al hospital”, afirmó a la AFP el doctor Najeebulá Kamawal, jefe del centro hospitalario provincial. El anterior balance era de 22 muertos y 50 heridos.

Después del atentado, se veían piernas, cabezas y charcos de sangre en el suelo, de donde se iban levantando los supervivientes.

El presidente afgano Ashraf Ghani criticó el ataque, entre cuyas víctimas también figuran niños. Es el más sangriento cometido en el país desde noviembre, cuando un kamikaze se hizo estallar en medio de los asistentes a un partido de voleibol en la provincia de Paktika, con un saldo de 57 muertos.

“Los atentados terroristas cometidos en lugares públicos” son “los más cobardes”, dijo el presidente.

Los talibanes afganos del mulá Omar, que no suelen reivindicar los atentados con víctimas civiles, niegan tener nada que ver con este ataque, que también pudo haber sido cometido por grupúsculos yihadistas.

Desde hace unos meses las autoridades afganas temen que un número creciente de yihadistas locales integren el Estado Islámico (EI), una organización que controla extensas zonas de territorio en Siria e Irak.

Un antiguo portavoz de los talibanes paquistaníes del TTP, que afirma haber jurado lealtad al EI, Shahidulá Shahid, reivindicó el sábado el ataque de Jalalabad, pero por el momento no se ha podido establecer si mantiene vinculos reales con esta organización.

Temporada de combates

El ataque de Jalalabad fue cometido en la llamada “temporada de los combates”, que coincide con la llegada de las temperaturas primaverales.

Este año las fuerzas afganas se encuentran por primera vez en “la línea del frente” en este periodo dado que la misión de la OTAN en el país (ISAF) puso fin a sus operaciones en diciembre pasado.

La OTAN mantiene sin embargo una fuerza de 12.500 soldados, entre ellos 9.800 estadounidenses, encargados sobre todo de la formación de las tropas afganas.

Según un informe de la ONU publicado en febrero, el conflicto afgano causó numerosas víctimas civiles en 2014, con casi 3.700 muertos y 6.850 heridos, un aumento de 22% en un año debido sobre todo a la intensificación de las operaciones terrestres.

Entre tanto, el presidente afgano, Ashraf Ghani, intenta convencer a los talibanes del mulá Omar de que participen en un proceso de paz con el objetivo de estabilizar un país enlutado por más de 35 años de conflictos.

Incluso recurrió a Pakistán, con buenas relaciones con los líderes talibanes, para pedirle que ejerza presión sobre ellos, pero, por el momento, los insurgentes se niegan a involucrarse en estas negociaciones. Exigen la retirada previa de las fuerzas extranjeras desplegadas en el país y cuyo mandato expira a finales de 2016.

NOORULLAH SHIRZADA / AFP

NOORULLAH SHIRZADA / AFP