Seguramente recuerdan ese tiempo de la infancia cuando la abuela nos contaba historias y nos enseñaba cosas especiales. Por ejemplo, aquellos versitos que decían… “La verdad, aunque severa, ¡es amiga verdadera!”.

Y por supuesto uno entendía el sentido de eso. Que más vale una mala noticia a tiempo, que una buena noticia falsa. Y, por cierto, que la verdad es una amiga que no traiciona, mientras que si uno empieza con mentiras, termina enredado, sintiéndose tonto y con la autoestima por los suelos.

O sea, aun siendo niños nos damos cuenta de que no conviene andar con mentiras. Cuando más, alguna mentirilla de emergencia si la situación es desesperada, pero no más que eso.

Y sin embargo, si miramos hacia el mundo, nos parece que la mayoría de los gobernantes nunca tuvieron una abuela y jamás aprendieron que la verdad es una buena amiga.

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