El “medio” o “ambiente” – o común y redundantemente conocido como “medioambiente”- es el conjunto de componentes físicos-químicos y antropológicos en el cual nos desarrollamos como sociedad. Es inherente a nuestra existencia, por lo cual no podemos desentendernos, ya que del equilibrio de estos factores depende nuestra vida en el planeta.

La vida tal como la conocemos necesita de un equilibrio específico entre los componentes de la atmósfera que permiten respirar el aire adaptado para nuestro organismo, la composición de carbono en el planeta, la cantidad de especies que permiten la fotosíntesis, la cadena alimenticia entre los animales o el ciclo del agua, por nombrar algunos de los sistemas físicos-químicos y biológicos indispensables; también se requiere que como sociedad estemos organizados y mantengamos un equilibrio entre las actividades que desarrollamos en el territorio.

Alterar cualquiera de estos componentes nos enfrenta a desequilibrios que pueden amenazar con la existencia de vida tal como la conocemos.

La excesiva cantidad de contaminantes en la atmósfera, la disminución de la capa de ozono que filtra la radiación solar, la excesiva cantidad de basura que generamos a diario multiplicada por 7.200 millones de personas sobre el planeta; la deforestación, derretimiento de hielos, alteración en la distribución de las precipitaciones, contaminación de los suelos y aguas, utilización del territorio hasta el punto de de saturar zonas matando los ecosistemas y a las comunidades aledañas, no son más que un urgente llamado de alerta para tomar decisiones cuanto antes.

El modelo de producción de Chile se basa en la utilización del territorio para las actividades primarias – de las cuales muchos se sienten orgullosos- que supuestamente generan “el sueldo de Chile”.

Sin embargo, las actividades primarias no son otra cosa que extractivismo de recursos naturales, el que en una afán de maximizar los recursos y disminuir los costos, lleva a saturar de contaminación los territorios o agotar las tasas de regeneración del recurso: se producen así los “desiertos” y la pobreza en las comunidades generando un círculo vicioso.

El caso de Puchuncaví y Quinteros es un excelente ejemplo de lo que no hay que hacer. Inicialmente la localización inadecuada de una refinería y fundición en Ventanas llevó a que las emanaciones producidas por corrientes de viento ingresaran valle adentro. Aquel valle que producía lentejas y en que la comunidad tenía sus huertas para la subsistencia, perdió la fertilidad de su tierra por la contaminación inicial de lluvia y niebla ácida ante la precipitación de los contaminantes en suspensión cuando ingresaba algún frente que arrastraban los contaminantes.

Hoy, el clúster de más de 15 industrias contaminantes han ido incrementando los niveles de metales pesados, alterando la calidad de las aguas y del aire. Si agregamos que la comunidad comenzó a encontrar en estas industrias una fuente de trabajo y con ello se exponen de manera directa a la contaminación, hoy los resultados están a la vista: gente muriendo de cáncer, desarrollo excesivo de enfermedades; el valle ya está muerto, sin producción ni vegetación que indique un ecosistema sano.

¿Cuáles son los límites del “desarrollo”? ¿Quién es el responsable? Sin ir más lejos fue el Estado el que en el año 1961 inauguró este parque industrial que hoy es una zona saturada de contaminación tan grave que viola los derechos humanos de las personas que ahí residen.

No necesitamos un país contaminado para demostrar que estamos bien en cifras macroeconómicas. Basta con tener voluntad para cambiar el paradigma desarrollista-extractivista, buscando así un equilibrio en la utilización del territorio y una mirada a largo plazo.

Necesidades como una política de ordenamiento territorial consensuada con las comunidades y un cambio en la institucionalidad ambiental colaborarían a tener un territorio sano y equilibrado entre las actividades que en él se desarrollen. Los impactos y las externalidades generadas tienen que ser responsabilidad de quienes las producen; además, el Estado tiene que velar por el principio precautorio ante la exposición tanto de sus habitantes como de su territorio a la contaminación.

El Día del Medio Ambiente que se conmemora hoy 05 de junio es una oportunidad propicia para entender que el “medioambiente” es de todos y de nadie a la vez, dependiendo de la conveniencia. Esto tiene que cambiar ya que el territorio no es infinito y la capacidad de regeneración de recursos -que permiten el sustento de la sociedad- está alertando sobre la necesidad de aumentar la conciencia en la población, de manera que los casos de zonas saturadas por contaminación no sigan siendo “la tragedia de los comunes”, con un Estado cómplice y ausente.

Javiera Espinoza
Geógrafa Fundación Terram