Cuando el príncipe Guillermo de Inglaterra se case con Kate Middleton el viernes en Londres, en Denver (Colorado, oeste de Estados Unidos), una docena de personas se levantarán a las 03H45 de la madrugada para ver la boda por televisión en una habitación de hotel,para ello pagaron 329 dólares.
En Washington, en tanto, en el hotel Ritz Carlton ya se reservaron 15 paquetes para ver la boda real a 429 dólares la habitación, y más de 200 personas prevén asistir al desayuno de 40 dólares previsto para seguir la ceremonia, que comienza a las 05H00 hora local.
En Nueva York, los fanáticos de la realeza británica pueden ver la boda en un hotel del imperio del aspirante presidencial Donald Trump, a precios superiores a lo que costaría volar ida y vuelta a Londres.
A partir de 1.075 dólares, los huéspedes del Trump Internacional Hotel and Tower de Manhattan podrán pasar la “noche con la máxima comodidad” en una habitación renovada, con desayuno para ver la boda real servido de 05H00 a 09H00, y la opción de poder tomar una siesta después.
Para quedarse con un recuerdo más duradero y tangible, los estadounidenses podrán comprarse un ejemplar de la edición limitada de la muñeca de vinilo Kate Middleton, de The Franklin Mint.
Por 490 dólares, más gastos de envío, la muñeca viene con una réplica del vestido que Middleton revelará al mundo cuando camine por el pasillo de la Abadía de Westminster el 29 de abril, y una peluca con el peinado del día de la boda, además de una tiara pequeña.
Por otros 190 dólares se puede agregar la muñeca de Kate Middleton con el vestido azul que llevaba al anunciar su compromiso. De sumar esta compra, no se pagarán los gastos de envío.
Pero más allá del costo de estas “ofertas” en tiempos económicos difíciles, Estados Unidos parece bastante indiferente a la boda real. Según una encuesta de CBS/New York Times publicada el viernes, 42% de los estadounidenses “no prestan atención” al evento. Apenas 6% de los 1.224 encuestados siguen “muy de cerca” el acontecimiento, y 22% lo siguen “un poco de cerca.”
Incluso Golriz Moeini, un fanático de la realeza y copropietario del bar White Harte en Woodland Hills, California (oeste), que permanecerá abierto toda la noche por la boda real, admitió que es “difícil encontrar algún lugar en Los Angeles donde se pueda ver la boda”.
“Y cuando mandé un tweet con mi intención de celebrar una fiesta por la boda real, la mayoría de la gente me decía, ‘¿A quién le importa?’”, añadió.
Unas 60 personas reservaron en el White Harte, donde, desde las 02H00 hora de California, los clientes podrán probar la comida típica de un pub británico, como salchichas y bocaditos de Cornualles, además de torta de boda y champán francés, mientras la ceremonia en Londres se trasmite en vivo por siete televisores.
“Es muy emocionante, dijo Moeini, que cobra 25 dólares de consumición mínima.
En la otra punta de Estados Unidos, por 39 dólares se puede tomar el té en el Seaport Hotel de Boston, con vista a las mismas aguas donde los colonos tiraron al mar un cargamento de té, motín que dio el puntapié inicial para poner fin al dominio británico.
Quienes busquen algo más popular y frugal pueden ir a Walpole, un suburbio de Boston donde las parejas podrán renovar sus votos matrimoniales en el pub británico Beer Company -muy lejos del romanticismo de la Abadía de Westminster, pero al menos con cierta conexión británica y mucha cerveza.
Y, no menos importante entre las opciones para celebrar la boda del segundo en la línea de sucesión al trono británico, es la que ofrece el sitio web del diccionario Merriam Webster.
Esta empresa estadounidense festeja la ocasión con una lista de sus diez palabras favoritas del inglés británico. La número uno es “prat”, que significa “una persona estúpida o tonta”.