Japón se enfrentaba el viernes a una gravísima crisis nuclear y humanitaria mientras los ingenieros intentaban enfriar los reactores de la central nuclear de Fukushima, donde persisten “enormes dificultades”, según el primer ministro Naoto Kan.

“Estamos en una situación de crisis que pone a prueba a nuestro pueblo. Japón se reconstruyó milagrosamente después de la guerra. Con la fuerza de todos reconstruiremos nuevamente al país”, dijo Kan en un discurso transmitido por la televisión.

El país “superará esta tragedia y se reconstruirá como nación”, afirmó el jefe del gobierno nipón.

Kan reconoció que la central de Fukushima continúa enfrentando “enormes dificultades”, pero prometió que el Estado controlará “enérgicamente” la situación en la zona.

Se lanzó una “carrera contrarreloj” para enfriar los reactores de la central nuclear de Fukushima, que sufrió graves daños debido al sismo y al tsunami que tuvo lugar hace una semana en Japón, declaró el viernes el director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Yukiya Amano.

“Se trata de un accidente gravísimo”, dijo Amano después de reunirse con el primer ministro nipón, Naoto Kan, refiriéndose a la central nuclear de Fukushima.

“Es muy importante que la comunidad internacional, incluyendo a la AIEA, participe en esto en forma conjunta. El enfriamiento (de los reactores) es extremadamente importante, creo que se trata de una carrera contrarreloj”, explicó.

Amano anunció que la AIEA medirá el nivel de radiactividad en Tokio, sin duda a partir del viernes al anochecer, según declaraciones difundidas por la agencia de noticias japonesa Jiji.

Unas 500.000 personas que perdieron sus hogares cuando el maremoto devastó la costa del norteste de Japón sobrevivían bajo condiciones durísimas, luchando por encontrar calor en temperaturas glaciales y con escasos suministros de alimentos y combustible.

El número confirmado de muertos en el terremoto y el tsunami del 11 de marzo llegó a 6.539 según el último balance provisorio. Se trata de la peor catástrofe natural registrada en Japón desde el Gran Terremoto de Kanto en 1923, que causó la muerte de más de 142.000 personas.

Se observó un momento de silencio a las 14H46, exactamente una semana después de se produjo el sismo de magnitud 9,0.

En un refugio de emergencia en la ciudad de Yamada, en la prefectura de Iwate, cientos de ancianos que sobrevivieron a la catástrofe permanecían silenciosos y cabizbajos. Muchos de ellos llevaban máscaras y abrigos. Algunos lloraban.

La principal preocupación estaba centrada en la planta Fukushima 1. El temor a sufrir radiaciones desencadenó un éxodo de extranjeros, sobre todo después de que Gran Bretaña, Francia y otros países aconsejaron a sus ciudadanos que partieran de Tokio.

La Agencia de Seguridad Nuclear japonesa aumentó el viernes de 4 a 5 el nivel del accidente nuclear de Fukushima en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos (INES, por sus siglas en inglés), que llega a 7.

Esta escala es utilizada para medir la magnitud de un problema en una instalación nuclear. El nivel 0 se emplea cuando no existe ninguna anomalía, y el 7 corresponde a un accidente muy grave, como el de Chernobyl (Ucrania) en 1986.

Por su parte, la Autoridad Francesa de Seguridad Nuclear consideró que el accidente de Fukushima corresponde a un nivel de gravedad 6.

Japón indicó que los niveles de radiación de esta planta nuclear, situada a 250 km al noreste de la capital, no plantea una amenaza a la salud fuera de una zona de exclusión de 20 km, a pesar de niveles ligeramente elevados registrados en Tokio a principios de esta semana.

El aumento del accidente al nivel 5 indica “un accidente con amplias consecuencias”, de acuerdo con la INES.

Muchos países trasladaron sus embajadas fuera de Tokio, y el pánico se contagió a otras naciones. En Estados Unidos se observaban colas para comprar pastillas de yodo. En los aeropuertos asiáticos sometían a los pasajeros procedentes de Japon a exámenes para ver si estaban contaminados por la radiación.

Las calles de la capital nipona, generalmente atestadas de gente, estaban tranquilas el viernes, aunque algunos habitantes se dirigían al trabajo como de costumbre.

Se está organizando una gran operación internacional para socorrer a las personas que perdieron sus hogares y a millones de habitantes que carecen de agua, electricidad, combustible o alimentos en el noreste del país.

Una espesa capa de nieve cubrió los restos de las viviendas destruidas por el terremoto y el tsunami en ciudades y aldeas, reduciendo las esperanzas de encontrar supervivientes bajo los escombros.

“Bajo estas temperaturas, los niños pequeños son vulnerables a infecciones en el pecho y la gripe”, dijo Steve McDonald, de la organización no gubernamental Save the Children, estimando que el desastre dejó a unos 100.000 niños sin hogar.

En la planta de Fukushima, los obreros llevaban a cabo nuevamente operaciones de enfriamiento el viernes utilizando camiones de bomberos para tratar de controlar los recalentados reactores y los tanques de almacenamiento de combustible, conocidos como piscinas de contención.

Si el combustible es expuesto al aire, puede degradarse aún más y emitir niveles peligrosos de radiactividad.

Algunos equipos lograron llegar a una línea de energía eléctrica que alimenta al sector para tratar de poner nuevamente en funcionamiento las bombas de agua necesarias para el enfriamiento y evitar una fusión accidental del núcleo de los reactores.

“El cable eléctrico está cerca. Quisiéramos acelerar esta operación porque así podremos utilizarlo para acelerar el resto de lo que debemos hacer”, dijo el portavoz del gobierno japonés, Yukio Edano.

Sin embargo, el experto nuclear John Price, un ex responsable de la Unidad de Política de Seguridad de la Corporación Nuclear Nacional de Gran Bretaña y actualmente profesor en la Universidad Monash de Australia, dijo que restaurar la energía eléctrica será difícil.

“El problema es que ignoramos si conectar esos cables realmente mejorará la situación, en la zona hay otros desperfectos más”, declaró a la AFP.