Miles de manifestantes volvieron a desafiar el domingo al régimen libio pese a la feroz represión que se teme haya dejado centenas de muertos, mientras la monarquía de Bahréin seguía bajo fuerte presión popular y las protestas que barren la región llegaban a Marruecos.

En Libia hubo enfrentamientos en Benghazi, la segunda ciudad del país (1.100 km al este de Trípoli), uno de los focos de la rebelión contra el coronel Muamar Kadhafi, quien gobierna este país petrolero de Africa del norte desde hace 42 años. Testigos dieron parte además por primera vez de incidentes en Misrata, a apenas 200 km de la capital.

Según fuentes médicas citadas por Human Rights Watch (HRW), la represión de la rebelión que estalló el martes pasado dejó por lo menos 173 muertos en Banghazi y otras tres localidades de la misma zona.

“Es un balance incompleto (…). Según fuentes médicas en Libia, las heridas indican que se están usando armas pesadas contra los manifestantes”, dijo a la AFP Tom Porteous, portavoz de la ONG con sede en Nueva York.

El departamento de Estado norteamericano indicó que poseía informes creíbles que daban parte de “centenares” de muertos.

El equipo de jerarcas de la “Jamahiriya” (República de Masas) de Kadhafi mostró el domingo fisuras, cuando su representante ante la Liga Árabe, Abdel Moneim al Honi, anunció que renunciaba al cargo para “unirse a la revolución” y protestar contra “la represión”.

El régimen libio, adversario acérrimo de Occidente, acusó a la Unión Europea (UE) de “alentar” las protestas y amenazó con “suspender la cooperación” en la lucha contra la inmigración ilegal, informó la presidencia húngara de la UE.

La jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, exhortó sin embargo poco después a “poner fin a la violencia” en Libia.

En Bahréin, miles de manifestantes seguían acampando en la Plaza de la Perla de Manama, que volvieron a tomar el sábado, aunque se perfilaba el inicio de un diálogo entre la dinastía sunita de los Al Jalifa y la oposición de este país con población mayoritariamente chiita (otra rama del islam).

La oposición anunció que ve con prudencia el diálogo con el príncipe heredero, Salman ben Hamad al Jalifa, sobre las reformas políticas, aunque sigue exigiendo la dimisión del gobierno, al que acusa de la violenta represión de las manifestaciones de la semana pasada.

La Unión General de Sindicatos de Bahréin levantó la convocatoria a una huelga general que debía iniciarse el domingo, por considerar que sus exigencias de retiro del ejército de la capital y de derecho a manifestar habían sido satisfechas.

La presión sobre los Al Jalifa vino también de Estados Unidos, que tiene en Bahréin la base de su Quinta Flota, encargada de proteger las rutas petroleras del Golfo.

La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, urgió a las autoridades de esta petromonarquía a acometer reformas políticas y juzgó “inaceptable” el recurso a la fuerza para reprimir las protestas, como ocurrió el jueves pasado, cuando cuatro personas murieron en el desalojo de la Plaza de la Perla por el ejército.

La ola de protestas contra los regímenes autoritarios de países musulmanes del norte de Africa y de Medio Oriente se desencadenó el mes pasado con los levantamientos que derrocaron a los presidentes de Túnez, Zine El Abidine Ben Alí, y de Egipto, Hosni Mubarak.

Desde entonces, tuvo fuertes repercusiones en Libia, Bahréin y Yemen, y este domingo se hizo sentir en Marruecos.

Entre 3.000 y 4.000 personas desfilaron en Rabat, al grito de “el pueblo quiere el cambio” y denunciando “la corrupción”. En Casablanca, la mayor ciudad del reino, unas 4.000 personas marcharon por “Libertad, Dignidad y Justicia”.

En Marrakech (sur) y Larache (norte) se produjeron incidentes, con saqueos de tiendas, tras la dispersión de los actos, indicaron un colaborador de la AFP y testigos.

La ola de contestación alentó también a la oposición iraní, que este domingo realizó concentraciones pese al fuerte despliegue de las fuerzas de seguridad del régimen islámico.

Las páginas web Kaleme y Sahamnews señalaron que pequeños grupos de opositores consiguieron reunirse en varias plazas y avenidas de la capital.

Otras protestas se señalaron en Isfahán.

El ayatolá Ali Jamenei, líder supremo de Irán, afirmó que “el principal problema del mundo musulmán es la presencia de Estados Unidos”, y llamó a desembarazarse de él.

La embajadora de Washington ante la ONU, Susan Rice, llamó por su lado a la región a “avanzar con las reformas”.

“Estamos viendo en toda la región un anhelo de cambio, un hambre de reformas políticas, de reformas económicas, de más representatividad, y apoyamos eso”, dijo Rice a la televisión NBC.